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viernes, marzo 29, 2024
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Para almacenar cereal de la mejor manera

El arduo y sacrificado trabajo para obtener la mejor cosecha posible puede echarse a perder si no se conserva de manera correcta la materia prima recogida

Agricultor, cooperativa y almacenista deben seguir unas directrices claras para el almacenamiento

La campaña cerealista no ha sido de las mejores. Quizá este sea uno de los motivos fundamentales para conservar la cosecha como si cada grano fuera más que precioso.

“El cereal es un organismo vivo y que sigue transpirando y desarrollándose, lo que hace imprescindible una correcta recolección y conservación del grano, y que en cualquier momento esté en condiciones óptimas para ser comercializado hacia la industria agroalimentaria; industria cada vez más exigente en los parámetros de recepción”, argumenta Roberto Martín, especialista en Cereales de la cooperativa Grupo AN.

Para el almacenaje hay que revisar antes almacenes y silos para arreglar puntos de fuga o entrada de agua, humedades, zonas de condensación y zonas no impermeabilizadas. Es necesario, además, fumigar y asegurar que no habrá insecto alguno. Hay que eliminar restos de cosechas anteriores.

Recepción del grano

El experto de Grupo AN hace hincapié en la humedad, ya que el grano debe estar por debajo de 13º de humedad para evitar focos de recalentamiento del montón. La humedad relativa juega un papel importante, ya que si supera el  75%, se reduce periodo de almacenamiento por el rápido deterioro del grano y se debe  darle una salida más rápida para evitar problemas.  “En la temperatura no podemos influir, ya que en cosecha y recepción del grano en el almacén se alcanzan temperaturas entre 25 y 35 grados”, apunta.

Se deben tomar tres muestras a lo largo del vehículo que lo transporta para reflejar de forma fiable las condiciones en las que llega el grano, para determinar los parámetros de humedad, temperatura y peso específico. Además conviene comprobar las impurezas a fin de separarlas y  almacenar en correctas condiciones.

En el almacenamiento “es importante vigilar, observar y realizar un seguimiento del grano para evitar problemas de calidad y deterioro del cereal almacenado”, prescribe Martín. El aire tiene que circular de manera correcta y mover la parte superior de los montones y así retirar el polvo que allí se genera y también se apelmaza.

Cada quince o treinta días hay que subir al montón de cereal y hacer un seguimiento de temperaturas, que indican la evolución del grano: si la temperatura aumenta no está transpirando. En cebada maltera va a suponer perder la capacidad de germinación. En el resto de cereales nos condiciona las insectaciones, y en trigos cae el índice de Harberg porque aumenta la actividad amilásica que degrada el almidón en trigos”, advierte.

Es importante también seguir la humedad del grano, que puede denotar goteras, condensaciones, la presencia de insectos y la actividad biológica del grano.  El almacenista debe actuar lo antes posible ante la presencia de insectos.

“El cereal es un producto destinado a la alimentación humana y animal y requiere un estricto control de humedad, temperatura, impurezas y control fúngico e insectos, que garanticen la salida en óptimas condiciones hacia la industria agroalimentaria”, justifica el especialista de Grupo AN.

Leguminosas y maíz, a salvo

En el caso de conservar las leguminosas es imprescindible realizar el tratamiento al final de la recepción, ya que la insectación se produce en el campo y es esta aplicación es necesaria para evitar su desarrollo.

Las dosis de fosfuro de aluminio necesarias para tratar las leguminosas son algo superiores a los de los cereales.

Por lo que se refiere al maíz, la siega dura varios meses y la humedad de recolección es superior en un alto porcentaje a la humedad con la que debe ser comercializado, así que debe ser pasado por secadero. Lo óptimo es separar por rango de humedad para realizar un correcto tratamiento y secado.

Debemos reducir lo máximo posible los tiempos de espera del grano húmedo, antes del secado, para evitar la proliferación de micotoxinas. Posteriormente realizamos un estricto control de secado comprobando, a la salida del secadero, que la humedad final es correcta.

“A la salida del maíz se analizan los niveles de micotoxinas, para asegurarnos que el proceso es adecuado y almacenarlo con total garantía, estableciendo lotes y así después hacer un seguimiento de los niveles de humedad, temperatura y micotoxinas”, explica Martín.

Durante el periodo de almacenamiento y a la salida del almacén para la venta se analizan también periódicamente los niveles de micotoxinas, con el propósito de comprobar que el producto llega a la industria con total garantía.

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