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miércoles, abril 24, 2024
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Las sequías en la cuenca del Duero

La lucha contra la falta de agua para la agricultura de regadío se centra en anticipar cuándo habrá carencias, para prevenir sus efectos mediante la acumulación de reservas en época de abundancia y una buena gestión, y en coordinar a las partes implicadas para minimizar efectos
La lucha contra la sequía supone una prueba de estrés para la gestión del agua en una cuenca hidrográfica como la del Duero. Es un fenómeno natural que no puede evitarse y, por tanto, tenemos que aprender a vivir con él.

El modo de luchar contra la sequía es reducir el riesgo que puede suponer para la población y las actividades económicas, en especial, para la agricultura de regadío. Por ello, la lucha se centra en la predicción, en la prevención y en la coordinación: predecir cuándo puede presentarse; actuar antes de que aparezca, para prevenir sus efectos (a través de medidas como, por ejemplo, disponer de suficiente capacidad de embalse para acumular el agua en momentos de abundancia y una buena gestión de la demanda); y coordinar a todos los agentes para que el impacto de este fenómeno sea el menor posible.

La cuenca del Duero dispone de una planificación específica para este fenómeno a través del Plan Especial de Actuación en Situaciones de Alerta y Eventual Sequía del Duero. Su objetivo es minimizar los impactos ambientales, económicos y sociales generados por la sequía. Este Plan se basa en un sistema de indicadores que permiten diagnosticar la ocurrencia de la sequía en los sistemas de explotación de la cuenca y determinar su gravedad.

Al ser la cuenca del Duero tan extensa y tan diversa, se divide en trece sistemas de explotación que vienen a ser como las cuencas hidrográficas de los principales río de la demarcación: Támega, en Orense; Tera, en Zamora; Órbigo y Esla en León, Carrión en Palencia; Pisuerga en Palencia y Valladolid; Arlanza en Burgos; Alto Duero, en Soria; Riaza-Duratón, en Segovia; Cega-Eresma-Adaja en Ávila, Valladolid y Segovia; Bajo Duero, en Zamora y Valladolid; y, por último, Tormes y Águeda en Salamanca.

Indicadores de sequía

Cada una de estas zonas tiene su propio indicador de sequía. En este indicador se tienen en cuenta dos factores principales: la precipitación y el agua que circula por los ríos y entra en los embalses. El indicador, que es un valor entre 1 (situación de normalidad) y 0 (sequía severa), se obtiene ponderando de manera distinta la precipitación acumulada en los últimos seis meses, por un lado, y las entradas en los embalses de cada zona más los caudales que circulan por determinados puntos de los ríos, por otro. Dependiendo del peso que tienen los embalses en cada sistema de explotación, esta ponderación da mayor o menor peso a las entradas en los embalses frente a la precipitación.

Gráfico Barrios de Luna

Estado del indicador de sequía vinculado al volumen acumulado esta campaña en el embalse leonés de Barrios de Luna.

Por ejemplo, en el sistema Órbigo, en León, del que depende el suministro a unas 200.000 personas y a 50.000 ha de regadío, el embalse de Barrios de Luna es el elemento clave de la regulación del sistema. Por eso, en el indicador de sequía del Órbigo, al volumen acumulado cada mes en Barrios de Luna se le otorga un peso del 85% del indicador y al volumen del embalse de Villameca se le da un peso del 15%, no tomando en consideración la precipitación registrada en la estación de León. Sin embargo, en el sistema Tormes, al volumen de agua acumulada en el embalse de Santa Teresa se le da un peso del 75% y a la precipitación registrada en los últimos seis meses en la estación de Matacán (Salamanca) se le da un peso del 15%.

La precipitación se utiliza para identificar la sequía meteorológica. Este tipo de sequía es distinta de la sequía hidrológica. Normalmente una escasez de precipitaciones produce una sequía que puede afectar a algunos abastecimientos urbanos, a la agricultura de secano y a la ganadería extensiva; pero no siempre afecta a los suministros que dependen de agua regulada en los embalses.

Un ejemplo de esta situación se ha dado en los sistemas Águeda y Tormes (Salamanca) en este año hidrológico 2014/2015. Ha sido un año de sequía meteorológica, ya que la precipitación ha sido un 30% inferior a la media disponible y, sin embargo, los abastecimientos urbanos y los cultivos de regadío dependientes de las aguas reguladas en los embalses no han tenido restricciones, a pesar de tener uno de los meses de julio más calurosos de los últimos 40 años.

Gráfico Sistema Tormes
Variación del indicador de sequía del Sistema Tormes, desde octubre de 2000 hasta enero de 2015.

¿Cómo ha sido esto posible? Gracias a disponer de los embalses de Santa Teresa, en el Tormes, y Águeda e Irueña, en el río Águeda. Estos embalses se llenaron durante los meses de enero y febrero como consecuencia de la importante nieve acumulada en las sierras de Gredos y Francia. Sin embargo, la ausencia de lluvias importantes entre los meses de febrero a junio ha supuesto una importante sequía meteorológica que ha determinado para los ríos de ambos sistemas, aguas arriba de los embalses, unos tremendos estiajes o, incluso, tramos de ríos secos en el verano, como es el caso del Alto Tormes, el Águeda, el Yeltes y el Huebra.

Además, esta sequía ha producido reducciones de cosechas en los secanos de ambos sistemas y dificultades para el suministro de agua a la cabaña de ganadería extensiva. Sin embargo, no han existido restricciones para los regadíos dependientes de los embalses citados, al igual que con el suministro urbano a Salamanca y su comarca y a Ciudad Rodrigo.

A partir de los valores de los indicadores, se clasifica el estado de sequía en normalidad, prealerta, alerta o emergencia. Para cada uno de estos estados, el Plan de sequías prevé adoptar diversas medidas que pasan por reducir o suspender usos del agua, con excepción de los abastecimientos urbanos, activar las fuentes alternativas de suministro urbano, convocar la Mesa de la sequía para suspender los riegos o reducir los desembalses.

Como ejemplo de este tipo de medidas, podemos fijarnos en el sistema Águeda que se encuentra en emergencia. Por ello, deben aplicarse las siguientes medidas: mantener una especial vigilancia de las redes de seguimiento del estado de las masas de agua subterránea y superficial; reducir el caudal ecológico en el desembalse desde la presa de Águeda al valor fijado para sequía en el Plan Hidrológico, solo en el caso de que las entradas al sistema de embalses Irueña-Águeda sean iguales o superiores al caudal ecológico requerido; y limitar las extracciones concesionales en tramos no regulados. Si comparamos estas medidas con las del Sistema Pisuerga, vemos cierta similitud, aunque en el Pisuerga la dependencia de los embalses es mayor.

Planes de emergencia

Una de las medidas más importantes del Plan de Sequías es la aplicación de los Planes de emergencia en situaciones de sequía que las ciudades de más de 20.000 habitantes deben tener redactados. Estos planes identifican las fuentes de suministro alternativo de agua, así como las medidas de ahorro de agua en situaciones de emergencia.

La revisión del Plan de Sequías, que aborda el Plan Hidrológico, puede constituir una buena ocasión para actualizar o elaborar, si no existe, el correspondiente Plan de emergencia.Las series históricas de precipitaciones y aportaciones en la cuenca del Duero señalan que, de manera general, se producen episodios de sequía cada cuatro o cinco años, y, de vez en cuando, series de dos años consecutivos de bajas aportaciones y precipitaciones.

Por tanto, no es un fenómeno infrecuente, lo que obliga a disponer los elementos necesarios para que esos episodios influyan lo menos posible en los usos del agua, en especial el abastecimiento urbano. Los indicadores de sequía pretenden anticipar esos fenómenos y tomar medidas con anticipación para mitigar en lo posible sus efectos.

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