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viernes, abril 19, 2024
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La gran duda del agua para regar en Castilla y León

Algunos embalses y acuíferos de Castilla y León tienen ahora menos reservas que las disponibles la pasada campaña. Los sistemas Órbigo y Carrión necesitarían aportaciones significativas de agua para afrontar las necesidades de los cultivos

El regadío es el motor de la agricultura en Castilla y León. Ocupa más de 500.000 hectáreas la extensión irrigada si sumamos las de aguas superficiales y las de origen subterráneo, a las que habría que añadir las que están a la espera de transformación, principalmente en Payuelos (León) y en la Armuña (Salamanca).

La gran pregunta, aún sin respuesta tajante, es si el agricultor dispondrá esta campaña del agua que necesita para atender sus cultivos como necesiten. Sin que apenas haya llovido desde entonces, hace dos semanas y en la parte oeste de la cuenca del Duero, tres sistemas contaban con reserva suficiente para sacar adelante las siembras: el Tormes y el Águeda en Salamanca y el Tera en Zamora, tal como prevén en la Asociación Ferduero de Comunidades de Regantes de la Cuenca del Duero. Ferduero, con sede en Hospital de Órbigo, acaba de cumplir nueve años de andadura en defensa de los intereses de los regantes.

Según apuntaban también en la asociación, en estado intermedio se podía considerar al sistema Esla-Valderaduey (León), aunque también abastece a regadíos de las provincias de Zamora, Palencia y Valladolid (trasvase Cea-Carrión), que aún no tiene reserva suficiente para satisfacer las necesidades de sus cultivos.

Le seguirían en sentido negativo los sistemas Pisuerga- Bajo Duero en las provincias de Palencia, Valladolid y Zamora.

En el escalón más bajo de reserva acumulada estarían los sistemas Órbigo y Carrión, que necesitan una mejora muy notable de las aportaciones para poder sacar adelante con éxito la campaña. “El Carrión es el que peor situación atraviesa en estos momentos, que podríamos catalogar de crítica”, subrayan.

“Llevábamos cuatro años de bonanza y, al menos en las estadísticas registradas en el sistema Órbigo desde 1984, nunca se dio un ciclo de cuatro años seguidos con embalse lleno; a lo sumo dos casos de tres, y el resto de ciclos fueron dos satisfactorios, uno semiseco y el otro seco”, explican.

De todas formas, aún es posible que la situación pueda mejorar, aunque tendría que venir una primavera abundante en precipitaciones, aunque este tiempo lluvioso genera otros inconvenientes como los sufridos la campaña pasada por el exceso de lluvias. “En estos momentos el estado de los suelos se encuentra en óptimas condiciones para realizar las labores previas a la siembra”, justificaban.

Mucha más producción

La productividad y la rentabilidad van de la mano en la actualidad, junto con otras circunstancias. Ambos conceptos están estrechamente ligados al riego. “Si tenemos en cuenta que la producción del regadío cuadruplica o quintuplica la del secano, no podemos dudar del valor del regadío en la economía del mundo rural de Castilla y León, que ocupa la mayor parte de la región”, recalcan desde la asociación de regantes.

Al empleo directo en la actividad agraria, habría que añadir una pujante industria agroalimentaria y el peso en el sector servicios (maquinaria, almacenes, semillas, fertilizantes, asesorías, etc)”, ratifican en Ferduero.

Las mayores superficies de regadíos de Castilla y León se concentran en las provincias del oeste de la Comunidad: León es la principal, con los sistemas Órbigo y Esla-Valderaduey. Le sigue Palencia, que cuenta con los sistemas Carrión y Pisuerga; Salamanca, con los regadíos dependientes del Tormes y del Águeda y Zamora, con las importantes comunidades de regantes que toman sus aguas del Bajo Duero y el Tera. Además, existen significativas comunidades de regantes en el resto de provincias, pero esa superficie es muy inferior a la enumerada antes.

Con un destino común

Para que la actividad resulte rentable económicamente y posible en los aspectos prácticos, la figura principal son las comunidades de regantes, que es la denominación que se le da cuando su destino prioritario de las aguas es el riego. “En el riego con aguas superficiales es el modelo preponderante, mientras que en las aguas subterráneas todavía está en ciernes, aunque con algunas comunidades significativas como pueden ser el Carracillo o la Cubeta de Santiuste, ambas en la provincia de Segovia”, indican en Ferduero.

El resto son regadíos individuales, aunque se está realizando un importante trabajo -por medio de la Confederación Hidrográfica del Duero con la colaboración de Ferduero- para que los sondeos existentes “se agrupen en comunidades de regantes con el fin de controlar más las extracciones, proteger los acuíferos sobrexplotados y ahorrar costes”.

Los dirigentes de Ferduero, con su presidente, Ángel González, a la cabeza, se manifiestan dispuestos “a seguir dando nuestro apoyo a que las administraciones y las comunidades de regantes continúen su apuesta por las modernizaciones de regadíos, como proyecto de futuro por el incremento claro que genera en las producciones, el ahorro de agua que ocasiona y el beneficio para el medio ambiente”.

Mejor organizados

De acuerdo con la ley, todos los usuarios de una misma toma o concesión deben organizarse en comunidades de usuarios. Tal como señala la asociación de los regantes. Cuando el destino principal sea el riego, se denominarán comunidades de regantes. Se trata de organizaciones que integran en su seno los tres poderes: el legislativo (la asamblea general), el ejecutivo (la junta de gobierno) y el judicial (los jurados de riego).

La organización de una zona regable, que conlleva la distribución del agua, la conservación y renovación de las infraestructuras y la resolución de conflictos entre los regantes, no se podría llevar a cabo sin la existencia de estas entidades organizativas previstas en la ley.

Continuando con su organización piramidal, las comunidades de regantes se agrupan a veces en comunidades generales que comparten un mismo canal, en juntas centrales de usuarios dependientes de un embalse común, en federaciones de cuenca para defender intereses comunes dentro de un territorio más o menos homogéneo (como en el caso que nos ocupa Ferduero); culminando el asociacionismo en una federación nacional (Fenacore, en el caso de la asociación Ferduero).

No todos los intereses son comunes, de ahí que a veces haya que bajar escalones en la pirámide para defender intereses más concretos, que afectan a cada parte.

“Los inconvenientes que pueden surgir son inevitables: coste económico, que las personas que tienen la representación (propietarios) no coinciden con las que explotan las fincas (agricultores regantes, que suelen ser arrendatarios), envejecimiento en el mundo rural que afecta principalmente a los propietarios, con lo que cada vez resulta más complicado encontrar personas que ostenten los cargos representativos (sobre todo en las pequeñas comunidades), etc.”, indican en la asociación Ferduero.

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