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martes, marzo 19, 2024
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Separar los tópicos sobre la viña de las verdades asentadas en la experiencia y el conocimiento técnico

El viñedo es uno de los cultivos con mayor proyección social de Castilla y León, pero también uno sobre el que se repiten más medias verdades. Alguna de ellas se analizó en la jornada sobre viñedo organizada por CAMPO el pasado 31 de marzo.

¿Regar la viña? Jesús Yuste, experto en viñedo de Itacyl, considera que la pregunta no es si hay que regar la viña, sino para qué. “Debemos aplicar la dosis de riego que sea adecuada. Aportarle lo que necesita, pero con una variable: regar en función de lo que queramos obtener”. Por lo tanto, dependerá del viñedo de que se trate y del tipo de uva que se quiera producir.

¿Aumentar la producción supone reducir la calidad de la uva? No siempre, según Yuste, y deberemos jugar con cantidad y calidad dentro de los umbrales que nos marque el precio de la uva, donde se sitúa “la clave de la balanza”.

Diseñar bien el goteo. En España solo se riega el 10% del viñedo destinado a vino, y de la superficie que recibe agua el 95% corresponde a riego por goteo. Juan Francisco Martínez, de Rivulis Irrigation, advierte de que no vale de nada contar con el mejor equipo de riego si se diseña mal: pueden irse al traste objetivos como la eficiencia y la rentabilidad. Por eso hay que estudiar bien cada finca y cada suelo.

Para él, los beneficios del riego localizado son una alta eficiencia, el incremento de la producción, la fertilización a la carta… y un importante ahorro de energía, ya que el goteo demanda una tercera parte que la aspersión.

¿Cuándo aportar el agua? Marco Sanz, de la bodega Menade, subraya que en la DO Rueda se requiere un mínimo de 300 litros por planta y año para que la cepa viva y saque la cosecha adelante. Pero rondará los 450 litros si deseamos una producción entre 6.000 y 7.000 kilos.

Al plantearse el riego “el cuándo es más importante que el cuánto” y, así, el 20% de esa agua se aportará entre el reposo invernal y el cuajado, mientras el 40% corresponde al periodo entre el cuajado y el envero. El 40% restante se distribuirá hasta la caída de hoja. Eso sí, el reparto entre las diferentes fases del cultivo “está en función del resultado que deseemos; por ejemplo, más porcentaje del total aplicado después del cuajado si se quiere ir a una producción mayor”.

En opinión de Sanz, otros factores que condicionan el riego son la variedad de uva, el tipo de suelo, la evotranspiración y el marco de plantación.

¿Aún se puede plantar? Castilla y León cuenta con 75.000 hectáreas de viñedo, de las que se ha plantado una tercera parte en los últimos 15 años. ¿Se puede seguir plantando? Julio Rodríguez, jefe de servicio de la Consejería de Agricultura, responde afirmativamente, “si bien con una serie de restricciones”.
Son tres las vías para plantar en la comunidad:
1. Teniendo el cupo de nuevas plantaciones que otorga el Mapama en función de un sistema de baremaciones. El cupo anual no llega al 1% de la superficie nacional. Este año, de casi 5.000 hectáreas a Castilla y León le ha correspondido casi el 25%. El principal destino, la DO Rueda.

2. Replantaciones, después de arrancar viñedo propio. La novedad es que se puede arrancar viñedo de cualquier parte de España y después solicitar la plantación en la región.

3. Conversión de los antiguos derechos en autorizaciones. En el año 2023 expira el plazo para la conversión de esos derechos.

La filoxera del siglo XXI. Las enfermedades de la madera, ocasionadas por más de cien tipos de hongo, ocasionan 1.100 millones de pérdidas en todo el mundo, de ahí que ya se hable de “la filoxera del siglo XXI”. Carlos Lucea, de Viveros Villanueva, destaca que uno de los campos de batalla contra los hongos se da en los mismos proveedores de planta.

Destaca diferentes medidas para evitar el contagio, como no cortar las yemas, sino quemarlas, de modo que queda una herida cerrada. También eliminar los restos de poda del suelo por aspiración o realizar tratamientos en hidratación antes del injerto, lo que reduce mucho la posibilidad de contagio en ese momento.

Otro momento delicado es en la replantación, donde se ha reducido al máximo el riesgo gracias a la Trichoderma, “un hongo que coloniza nuestros suelos y disminuye las poblaciones de los causantes de este tipo de enfermedades”.
De este modo, la Trichoderma pone una barrera biológica contra hongos del suelo, contrarresta el crecimiento de organismos causantes de las enfermedades de madera e incrementa la resistencia a enfermedades.

Cuidado con el mildiu. Una de las principales amenazas para la sanidad de la viña radica en el mildiu, que puede tener efectos muy serios sobre la planta y sobre el propio viñedo. Así lo recuerda Anna Pedró, de BASF, defensora de tratamientos preventivos que eviten la reproducción del hongo.

“Si el hongo está sobre el material vegetal las zoosporas acabarán por penetrar y se volverán a reproducir, una segunda reproducción que deseamos evitar”, señala. Por eso su compañía ha puesto en el mercado Enervin Top, que se extiende en la superficie de la planta y se libera gradualmente cuando se dan las condiciones de temperatura y humedad en las que el hongo se reproduce. “Es un producto muy adecuado en control sobre la hoja, pero en racimo el efecto es total. La eficacia es máxima en el posicionamiento en floración y postfloración”, subraya Pedró.

Eficiencia en la aplicación. El objetivo de la máxima eficiencia también se puede aplicar a la realización de tratamientos, y en ese sentido resulta conveniente apostar por los equipos que ofrecen menor consumo y una aplicación más eficaz. Raúl Tarazona, de Máñez y Lozano, destaca las cualidades del atomizador Twister.

Twister significa ‘tornado’ en inglés y la peculiaridad de este equipo es precisamente mover el aire en espiral para conseguir que la vegetación permanezca en movimiento y tanto las hojas como el racimo queden mojados “a dos caras” y con el mismo número de impactos a ambos lados. El equipo, distribuido en Castillay León por Horpiso, trabaja a dos calles sin necesidad de llevar una estructura en el aire e incluye un reductor “que reduce a la cuarta parte las revoluciones que vienen del motor a la bomba”. De este modo, una bomba directa, convencional, consume entre 15 y 20 caballos de potencia para 150 litros. “Nosotros con 13 caballos movemos ese mismo volumen”, según Tarazona.

La bomba lleva una caja de piñones para reducir las revoluciones del motor. Supone menor esfuerzo para el tractor y permite que un tractor de 55-60 caballos pueda llevar el atomizador. “En un tractor de elevada potencia se pueden ahorrar de dos a tres litros de gasóleo por hora”, destaca.

Fertilización en viñedo. Uno de los lugares comunes que se escuchan sobre la viña es que no necesita fertilización, o incluso que basta con aportar abonos orgánicos. Lorenzo Elorduy, de ICL, aboga por realizar una fertilización bien diseñada, como en el resto de los cultivos.

Recomienda el abonado de fondo a través de fertilizantes de liberación controlada por medio de encapsulados de resina protectora. La absorción estará regulada por la temperatura del suelo y la cantidad de nutrientes que se liberan al entorno se reducirá en gran medida, con lo que se minimiza el impacto ambiental.

Teniendo en cuenta los suelos de Castilla y León, también apuesta por escoger portainjertos adecuados, y en concreto con fácil asimilación de potasio y magnesio. En nuestros suelos, por lo general con elevada presencia de caliza activa, elementos como el boro, manganeso, fósforo, zinc y hierro tienen una disponibilidad reducida.

Para Elorduy, “debemos tener en cuenta que las necesidades de los diferentes nutrientes evolucionan en función del estado vegetativo. Por ejemplo, las necesidades de magnesio decaen a partir del envero, mientras que las de nitrógeno se mantienen”. Además, desde el envero hasta el final del ciclo es mayor la necesidad de calcio y potasio, “lo que debemos tener muy en cuenta para la fertirrigación”.

Factores que influyen en la absorción.

Algunos que factores que influyen en la absorción de nutrientes:
-El rendimiento esperado.
-La relación entre la variedad y el portainjerto para la absorción de potasio y magnesio.
-Los factores atmosféricos, como frío, calor, sequía o exceso agua.

También hay que tener en cuenta las causas asociadas al tipo de suelo. Por ejemplo, la disponibilidad de nutrientes está directamente relacionada con el contenido en caliza activa, en los que será correcta la absorción de nitrógeno, potasio, azufre, calcio y molibdeno.

Para boro, manganeso, hierro, zinc y fósforo la disponibilidad será reducida y para magnesio y cobre la absorción será reducida. Para el representante de ICL, además, los problemas de hierro y magnesio pueden corregirse mediante la elección correcta del portainjerto. En contraste, los otros elementos deben corregirse mediante abonos foliares y por medio de abonos aplicados al suelo (fertirrigación o sólido granulado).

El efecto Chamae. Entre las voces que apuestan por un regreso a la fertilización natural está la de Ramón Portolés, de Chamae, un fertilizante válido para agricultura ecológica y como sustituto de los fertilizantes minerales. Chamae, comercializado por CT Bravo, es un extracto vegetal que contribuye a “desmineralizar” los suelos y que permite maximizar los efectos de las unidades de fertilización.

Portolés destaca “la complejidad del proceso por el que una planta toma un nitrato y lo acaba convirtiendo en un aminoácido”. En ese proceso la planta consume en torno al 10% de la energía propia, además de una cantidad importante de agua”. Frente a ello, “Chamae coge un nitrógeno en forma amoniacal, lo lleva dentro de la planta y le ahorra ese 10% de energía”, destaca. Lo que conseguimos con el producto “es una mayor superficie fotosintética, reducir la necesidad de fitosanitarios y un fruto con más materia seca”, subraya.

Fotografía. Autor: BASF.

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