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martes, marzo 19, 2024
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Con nuevas variedades y semilla certificada, todo son ventajas

Cuando se acerca la siembra, una de las decisiones más importantes que realiza el productor es la elección de la semilla: deberá escoger la variedad que mejor se adapte a su terreno y a las condiciones climatológicas, y también inclinarse por una categoría de semilla.

¿Dedicamos el tiempo necesario para valorar los pros y los contras de las distintas opciones?

Elena Sáenz, directora de ANOVE
La producción y comercialización de semillas es una actividad que está regulada y sometida a control oficial, debido al impacto que puede tener en la producción un material de siembra de deficiente calidad y sanidad.
Para poner en el mercado una nueva variedad, más productiva y/o más resistente, es necesario pasar un complejo proceso técnico y administrativo que finaliza con su inscripción en el Registro de Variedades Comerciales. En este proceso, la nueva variedad tiene que demostrar que es diferente al resto de las ya registradas y que aporta ventajas por su valor agronómico.
Por ello, las nuevas variedades son siempre más avanzadas que las que llevan más tiempo en el mercado.
Esto hace que obtener variedades nuevas sea cada vez más complejo y costoso. Como media, podemos hablar de unos 10-12 años para la investigación y desarrollo de la variedad, y una inversión de varios cientos de miles de euros. En todo programa de obtención de una nueva variedad se establecen diferentes objetivos, como:
  • Incrementar los rendimientos productivos.
  • Mejorar la resistencia a enfermedades.
  • Mejorar la adaptación a las condiciones de las distintas zonas de cultivo.
  • Mejorar las condiciones para la mecanización y el transporte.Mejorar las calidades de uso de sus cosechas.
Y todo ello para obtener variedades de mayor calidad, más productivas y más rentables. Este proceso ha permitido pasar de producciones de 600 /1.000 kilos por hectárea en los albores de 1900, en que se utilizaba fundamentalmente la selección de poblaciones, hasta producciones de más de 7.000 kilos por hectárea, utilizando una sabia combinación de técnicas clásicas y las nuevas herramientas biotecnolólogicas para la selección de variedades.
Actualmente, existe un abanico de cientos de variedades registradas para su utilización en España y cada campaña se pone a disposición de los productores decenas de variedades nuevas, con el esfuerzo que ello supone al sector obtentor.
El esfuerzo inversor que realizan las empresas obtentoras (que, salvo excepciones, no realizan la actividad de producción de la semilla que llega al agricultor que realizan las empresas productoras), se compensa por los ingresos obtenidos en concepto de ‘royalty’, cuando las variedades obtenidas se han protegido a través de su registro en el catálogo de variedades protegidas. Estas cantidades oscilan entre un 6-7% del coste total de la semilla R-2 empleada por el agricultor, y supone una contribución de entre 4 y 5 euros por hectárea. Estas cantidades son las que permiten asegurar la sostenibilidad de los programas de mejora para la obtención de nuevas variedades. Si no existe retorno a la inversión realizada, la innovación se ralentiza y puede llegar a detenerse debido al coste creciente de obtención de nuevas variedades.
En un periodo de 10 años, la inversión acumulada sería de 45 euros (4,5 euros por hectárea), mientras que las nuevas variedades, que incrementan los rendimientos a una media de 30 kg/Ha/año, supondrían un total de 300 kilos acumulados, es decir, el beneficio obtenido casi multiplica por 10 la inversión realizada.
imagenes ANOVE
La semilla certificada
La semilla certificada es un producto de calidad de primer orden, estandarizado y reconocido internacionalmente, que cumple con las especificaciones técnicas de los Reglamentos que la regulan y que se controlan oficialmente:

  • Pureza específica
  • Pureza varietal
  • Elevado grado de germinación
  • Sanidad de la semilla
  • Homogeneidad del lote
  • Trazabilidad del material

Y su uso garantiza la sostenibilidad de los programas de I+D para la mejora de las variedades.
Estas características suponen un ahorro significativo al tener que utilizar menores dosis de siembra (por sus elevados índices de germinación y pureza), evita el tiempo y el coste gastado en la preparación de la semilla y no condiciona el almacenamiento en la nave. Mejora los rendimientos, la implantación del cultivo, disminuye la presencia de mezclas y malas hierbas, y asegura la homogeneidad de la calidad de la producción.
Las opciones de un agricultor cerealista, según establece la Ley de Semillas, son:

  • Utilizar semilla certificada.
  • Acondicionar su grano para sembrarlo en su propia explotación, ya sea en un acondicionador registrado o bien hacerlo él mismo.

Es importante destacar que la semilla profesional, es decir la semilla certificada, debe garantizar que se cumplen los mínimos de calidad establecidos por la normativa en vigor, de lo cual es responsable el productor de la misma, y garante la administración que lo certifica. Por el contrario el único responsable de la calidad del grano acondicionado para siembra es el propio agricultor.

Además, el uso de semilla certificada solo supone una pequeña diferencia de coste que se ve compensada por las ventajas que aporta.

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