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jueves, marzo 28, 2024
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El vínculo de la tierra

Lucas Ferreras, agricultor y presidente de Agropal
“La profesionalización es fundamental. Uso un sistema analítico parcela por parcela”

Acumula una extensa carrera profesional como agricultor y también como cooperativista e impulsor de asociaciones. Asumió con 27 años de edad la gestión de una explotación familiar, que ha transformado y diversificado según las exigencias del mercado global para asegurar la rentabilidad.

Si naces en el Cerrato palentino tienes muchas papeletas para que tu vida transcurra en la comarca y, de una u otra manera, vinculada al trabajo del campo. Lucas Ferreras (Cevico de la Torre, 1948) pudo elegir. De hecho eligió otro futuro, pero los intrincados vericuetos de la vida acabaron por atarle a su tierra y a la agricultura. Su idea inicial fue la de impulsar la carrera profesional lejos, muy lejos.

El actual presidente de Agropal -uno de los grupos cooperativos agroalimentarios más importantes del país- solicitó la excedencia de su plaza de funcionario para ingresar en una multinacional
americana. El trabajo hubiera llevado a este ingeniero técnico agrícola de un lado a otro, a caballo entre Huelva, Uruguay y California. Había obtenido el tercer puesto en una prueba para contratar a 20 especialistas. Demasiado lejos de casa. La insistencia de la familia motivó que renunciara también a esta plaza. Buscó entonces otro empleo en Burgos, vinculado a la viticultura. Pero tampoco estaba lo suficientemente próximo a Cevico de la Torre. 
“Era cuando empezaban a llegar los tractores… Nunca me habían dejado ser ‘destripaterrones’; querían que estudiara”, rememora. Pero ante la posibilidad de que abandonara el entorno familiar, su tío Fermín le ofreció la posibilidad de hacerse cargo de la explotación agraria en la que también trabajaba su padre. Lucas tenía 27 años y las ideas muy claras. Aceptó la oferta a cambio de que le dejaran gestionar según su criterio, sin condiciones. Ese mismo mes, en marzo, comenzó a comprar la maquinaria que necesitaba para darle la vuelta a la actividad.

Hasta entonces, su tío gestionaba los terrenos como tierras de secano cerealista, aunque también cultivaba remolacha. E incluso lino, que enviaba por ferrocarril a Zafra (Badajoz). El último atajo de ovejas se lo transfirió al pastor que se encargaba de ellas. Pero a este “intelectual del campo” lo que más le atraía era comerciar con el grano, tanto en Cataluña como con las harineras instaladas en el entorno del Canal de Castilla. 

En la actualidad siembra 220 hectáreas, de las cuales entre tres y cinco son de remolacha y en torno a 30 de forrajes. “La remolacha fue la salvación de las explotaciones medianas del Cerrato”, explica en alusión a tiempos pasados. Llegó a cultivar hasta 20 hectáreas de raíz. Para sacar estas siembras adelante excavó muchos pozos en busca del agua que necesitaba. “En las parcelas hay kilómetros de galerías”, comenta.

La incorporación posterior a la explotación de su hermano menor, hace ya más de 35 años, fue un refuerzo fundamental. “Saber que contaba con mi hermano me daba mucha seguridad para estar en la remolacha, en las asociaciones agrarias…”, señala. Atrás quedó la época en la que la actividad remolachera era la que aseguraba la
rentabilidad al final de la campaña. Con la reforma del sector, a mediados de la primera década de este siglo Lucas Ferreras apostó por la alfalfa. Además de la materia prima para el consumo animal, obtiene semilla. “Hay que diversificar. Si viene un mal año de cereal también lo noto, pero no me hace tanto daño”, justifica. En esta reconversión ha sido determinante la puesta en marcha de las deshidratadoras por parte de Agropal.

Cooperativista en esencia

Además de actual presidente de la cooperativa y vicepresidente de Cultivos Herbáceos en Urcacyl, Ferreras ha sido
el máximo responsable de este sector en Cooperativas Agroalimentarias de España, y de Remolacha en Asaja y en la Confederación Nacional Remolachera. Incluso dio clases de Dibujo Industrial en una escuela técnica de Sevilla. Es un extenso currículo marcado en todo momento por el afán de superación, por ser cada vez más profesional del campo: “Utilizo un sistema analítico parcela por parcela. Hay que buscar siempre un equilibrio en
la explotación para evitar los avatares de los cambios”, explica. 

“Ahora hay que pensar en ir jubilándose de algunas cosas”, medita. Pero nunca del cooperativismo. “Desde que era estudiante he creído en las cooperativas como elemento de defensa del débil. En este mercado global hay que diversificar y recoger valores añadidos para competir”, se ratifica. Así, centra el día a día en buscar soluciones
a los problemas que preocupan a los socios de Agropal. Por ejemplo, en cómo eliminar los residuos de la paja. Para ello están haciendo ahora pruebas con calderas ubicadas en distintas instalaciones, tales como las deshidratadoras y en Quesos Cerrato. Siempre con la mente activa. Ese es el espíritu del profesional del campo.

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