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martes, abril 23, 2024
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La superficie de colza en Castilla y León desciende un 36% por la falta de lluvias en otoño

La falta de agua del último otoño ha reducido la superficie de la colza hasta las 24.588 hectáreas en Castilla y León. Se trata de un descenso muy significativo, consecuencia de que este año la meteorología se ha portado muy mal con la de secano, que suele cuadruplicar en superficie a la de regadío.

Antonio González, de Koipesol, destaca que su empresa fue la primera en introducir el cultivo en Castilla y León. Hay que destacar el papel que desempeñó Acor cuando decidió incluir el cultivo en las rotaciones propuestas a sus socios. Francisco Sánchez, del departamento Agronómico y de Cultivos de la cooperativa, recuerda que su departamento “constató la viabilidad del cultivo de colza en Castilla y León desde el segundo año de ensayos”.

Los duros comienzos

A pesar de toda la ayuda, “inicialmente les costaba mucho a los agricultores hacer las labores tempranas. Había gran cantidad de agricultores veteranos, próximos a la jubilación, con unas rutinas de trabajo muy interiorizadas”. El planteamiento que tenían entonces era: “Mientras no llueva en otoño, no realizo las labores”.

El papel de Acor sigue siendo crucial para la colza a día de hoy. Procesa unas 20.000 toneladas de colza todos los años, lo que supone en torno al 50% de lo que se produce en Castilla y León. De ellas contrata previamente con sus socios unas 7.000, toneladas aunque finalmente la cantidad que entregan es mayor, según Sánchez.

La cooperativa Copiso se sumó en 2015 a la corriente favorable a la colza que parece recorrer el conjunto de Castilla y León. Desde la entidad se destaca que se trata de una opción más para la explotación del agricultor, de forma especial en las zonas donde no se puede sembrar girasol por la presencia de animales como el corzo.

El 10% de la producción se destina a la elaboración de biocombustibles, un 30% a la fabricación de aceite y el 60% restante a alimentación animal, según la Junta. También hay otros destinos, como el alpiste.

Francisco Tapia, de Oleokelsa, apunta que lo que demanda el agricultor a la hora de sembrar son variedades que garanticen un buen inicio de la planta, vigor en la nascencia y que no sean dehiscentes. Y que cumpla los parámetros que exige la industria. El año pasado, con un 9% de humedad, 2% de impureza y 40% de grasa se pagó en torno a los 360 euros por tonelada, “y nuestras variedades permiten alcanzar esos porcentajes, e incluso superarlos porque el agricultor recibe una prima si supera ese 40% de grasa”.

Rotación

José Antonio Marcos, de Campal, destaca que para su compañía la colza es un cultivo muy importante, que ha potenciado al máximo en su área de influencia. No solo son importantes sus rendimientos, “no inferiores a los del trigo”, sino que supone una muy buena opción para diversificar las producciones, sobre todo teniendo en cuenta la necesidad de rotar los cultivos. Además, “la colza encaja muy bien en la forma de trabajar del almacenista por cuestiones de calendario, de almacenaje, de transporte…”, señala.

Anxo Valiño, de Dekalb, es otro firme defensor de este cultivo. Para él los motivos principales que hacen que los agricultores se animen a sembrar colza son dos: su alto rendimiento y su excelente rentabilidad. Al mismo tiempo, la colza es ideal para repartir la carga de trabajo durante el año, dados los diferentes tiempos de siembra, fertilización y cosecha respecto a los cereales, al mismo tiempo que no requiere maquinaria diferente a la del trabajo cerealista.

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