Máximo Gómez, director de CAMPO
Comienza el mes de julio con la suerte de la cosecha echada, y otro año más y cada vez por desgracia más frecuente, se presenta una campaña mala y muy dispar entre el desastre de las zonas del sur y la previsiblemente regular cosecha del norte.
La otra cara de la moneda está en el regadío, con cultivos adelantados que presentan un buen aspecto y prometen una buena producción, a la espera de que la calidad y cantidad vengan acompañadas de buenos precios.
Nada nuevo en un sector más que acostumbrado a estos vaivenes, que para nada minan la moral de un agricultor curtido y profesional y, por desgracia, experto en estas vicisitudes.
Momentos de mucho trabajo, en los que no debe faltar el análisis y balance de los resultados, del comportamiento de las variedades, aplicaciones y tratamientos, del agua utilizada, del coste de la energía y otros gastos, demasiados, que nos permitirán echar números y ver dónde están las claves de la rentabilidad tan buscada.
En nada, ya, nos tenemos que poner con la próxima campaña y la información de esta última será sin duda vinculante para un nuevo plan de cultivos.
Las vacaciones, o han llegado antes o habrá que esperar, porque en verano siempre hay tarea en el campo; verano que esperemos cambie las tareas ‘en funciones’ de nuestros dirigentes políticos por cargos definitivos que se pongan a trabajar de inmediato.
Es complicado, pero ya resulta demasiado pesado este laberinto de pactos, y pactos en los que poco oímos hablar de agricultura y mucho de condiciones e imposiciones de partidos para llegar a un acuerdo.
Necesitamos políticos comprometidos, experimentados y conocedores de los sectores en los que van a trabajar.
Hay que llegar a los cargos aprendidos para que no sumemos al periodo de funciones el del aprendizaje. Que con los vientos que corren lo que no sobra es el tiempo.