Las leguminosas son cultivos mejorantes que fijan nitrógeno atmosférico al suelo, así que son una fuente de abonado natural. Contribuyen al equilibrio en las rotaciones y también facilitan el control de las malas hierbas. Son sostenibles y cuidan el medio ambiente
Castilla y León demuestra que tiene un gran potencial para la producción de legumbres de gran calidad, no en vano alberga cinco Indicaciones Geográficas Protegidas: Judías de El Barco de Ávila, Lenteja de La Armuña, Garbanzo de Fuentesaúco, Lenteja de Tierra de Campos y Alubias de La Bañeza y dos Marcas de Garantía: Garbanzo de Pedrosillo y Judión de La Granja. “Es evidente que la edafología y el clima unido al uso de variedades autóctonas se traducen en legumbres de una extraordinaria calidad y reconocimiento”, razona Nicolás Armenteros, director técnico de las IGP Lenteja de La Armuña, Garbanzo de Fuentesaúco, Judías de El Barco de Ávila y la MG Garbanzo de Pedrosillo.
La lenteja de Tierra de Campos está en 5.000 hectáreas de media, si bien la fluctuación es bastante grande: el año 2018 se sembraron 5.200 hectáreas, 5.800 el siguiente y 4.200 este último. “Depende de las condiciones agroclimáticas del año”, explica Javier Alonso Ponga, director técnico de la IGP Lenteja de Tierra de Campos.
El potencial de crecimiento es grande, ya que se importa más del 60% de las lentejas que se consumen en España. “Nuestro objetivo es llegar a las 10.000 hectáreas acogidas a la IGP”, confiesa Ponga.
Actualmente no toda la lenteja sembrada bajo el control de la IGP Lenteja de Tierra de Campos se vende con el sello de la indicación geográfica “porque el consumidor no la demanda. Y no la demanda porque no sabe que una indicación geográfica protegida es una figura de calidad avalada por un sello europeo que garantiza la trazabilidad y la calidad del producto”.
“Hay que concienciar al consumidor de que una IGP es una figura de calidad que garantiza la calidad y la trazabilidad del producto”, recalca el director técnico de la IGP Lenteja de Tierra de Campos.
Distintos suelos
Las leguminosas se adaptan bien a distintos tipos de suelos, pero un denominador común es que los terrenos deben ser lo más permeables posible, ya que toleran muy mal el encharcamiento y el exceso de humedad. En cuanto al pH, debe ser neutro o ligeramente ácido o alcalino.
Armenteros destaca que en la preparación del terreno hay bastantes diferencias. Mientras que en el caso de las lentejas se suelen realizar labores superficiales encaminadas a dejar unos suelos muy lisos y allanados para una mejor recolección, en los garbanzos y alubias suelen ser labores profundas, con volteo de la tierra mediante vertedera.
En garbanzos y alubias se tiende a hacer la sementera con sembradoras de precisión, en líneas separadas unos 50 centímetros. En el caso de la lenteja, la siembra se realiza con la sembradora convencional utilizando todas las botas, con el propósito de que el cultivo quede “más acompañado y erecto para facilitar su recolección”.
Las fechas de siembra son muy variables incluso dentro de la misma especie y dependiendo de la zona. Las Lentejas en la Armuña, que son macrosperma (tamaño grande), se siembran en otoño, mientras que las de Tierra de Campos, microspermas, se siembran en los meses de febrero y marzo porque su ciclo es más corto.
Para los garbanzos, la labor, de forma mayoritaria es en los meses de febrero y marzo, así como las alubias en el mes de mayo, escapando de las posibles heladas tardías.
El agricultor -el cerealista, por ejemplo- tiene en las legumbres una alternativa que le puede salir rentable al diversificar sus cultivos. Evidentemente hay grandes diferencias en los costes de producción dependiendo del tipo de legumbre y la zona, y por eso es difícil dar una receta válida para todas ellas.
“Lo que sí que es cierto, que en los últimos años los precios de estas legumbres, que están muy sometidos a la presión de los valores internacionales, están siendo muy bajos y la rentabilidad de estas leguminosas está llegando a límites muy alarmantes”, avisa Armenteros.
La siembra de la lenteja de Tierra de Campos se hace en un amplio abanico de suelos, desde franco arenosos a franco arcillosos. La llevan a cabo mayoritariamente en el mes de febrero, con la sembradora de cereal. Hay agricultores que hacen siembra directa como con el cereal.
Al ser febrero no siempre hay que utilizar herbicidas para controlar las hierbas que compiten con las lentejas, porque la preparación del lecho de siembra y la propia labor eliminan muchas de las adventicias que hay en la parcela. Se suele hacer un tratamiento para evitar el ataque del gorgojo con piretrinas.
Abonado
Como todas las leguminosas, se trata de cultivos mejorantes, que fijan nitrógeno atmosférico al suelo, por lo tanto son una fuente de abono natural y por ello resultan “indispensables en una rotación equilibrada, de tal manera que aportan una parte del nitrógeno que necesita el cultivo posterior, que habitualmente suele ser un cereal, destaca el experto.
El de la lenteja, en concreto, es un cultivo sostenible y muy respetuoso con el medio ambiente, Las legumbres en general y la Lenteja de Tierra de Campos en particular fijan, en simbiosis con bacterias del género Rhizobium, nitrógeno atmosférico que les sirve para su propio crecimiento y para dejar una cantidad de nitrógeno en el suelo para el cultivo siguiente.
El nitrato que se echa en los cultivos una cantidad se pierde por percolación contaminando los acuíferos y otra pequeña parte sale a la atmósfera en forma de óxido nitroso que es un gas contaminante. Como en el cultivo de la Lenteja de Tierra de Campos no se utilizan abonos nitrogenados, no se contaminan ni los acuíferos ni el aire, es un cultivo medioambientalmente sostenible.
“Si consumimos lentejas americanas favorecemos el medio ambiente americano, si consumimos nuestras lentejas favorecemos nuestro medio ambiente y a nuestros agricultores, amén de la huella de carbono que conlleva el transporte desde el otro lado del Atlántico. Quien mejor garantiza la procedencia es el sello de le IGP”, defiende Javier Alonso Ponga.
También son importantes en el control de los ciclos de adventicias. De esta manera sí son capaces de controlar las malas hierbas. “El aporte global a la rotación es tan valioso como pueda ser un barbecho”, aseguran los expertos.
Malas hierbas
Los tratamientos que se suelen realizar en lentejas son los tendentes a controlar las malas hierbas dicotiledóneas en preemergencia y las gramíneas en los meses de febrero y marzo. Además, es conveniente un tratamiento insecticida en la época de la floración para evitar plagas como el gorgojo.
El garbanzo necesita un tratamiento herbicida contra malas hierbas dicotiledóneas en preemergencia y en las primaveras húmedas algún tratamiento contra las posibles enfermedades criptogámicas.
La alubia, al tratarse de un cultivo de verano y en regadío, tiene una amplia gama de tratamientos para el control de malas hierbas, hongos e insectos, siendo habituales varias aplicaciones. En el caso del Barco de Ávila, su cultivo es en una zona de semimontaña, con menores problemas sanitarios y los tratamientos son escasos y a veces inexistentes, reseña Armenteros.
El problema es que en la actualidad apenas hay productos autorizados y los permitidos no controlan algunas especies de malas hierbas comunes en las leguminosas, por lo tanto se produce un desajuste entre lo ideal y racional en una agricultura moderna y sostenible y la viabilidad de las explotaciones.
El director técnico de las IGP Lenteja de La Armuña, Garbanzo de Fuentesaúco, Judías de El Barco de Ávila y la MG Garbanzo de Pedrosillo reclama políticas que doten presupuestariamente las legumbres de calidad, “en mayor medida a la actual, porque si no los números no salen y su mantenimiento y posible incremento se verán truncados una vez más”.
