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jueves, marzo 28, 2024
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Un investigador de la UBU aboga por construir más embalses: “Los recrecimientos no lo solucionan todo”

Francisco Bueno, director del Área de Ingeniería Hidráulica de la Universidad de Burgos, es el responsable del estudio encargado por la Administración regional para evaluar las posibilidades de incrementar los recursos hídricos de la cuenca del Duero para el riego.

-¿En qué consiste el estudio que han llevado a cabo desde la Escuela de Ingenieros de Caminos de la Universidad de Burgos?

Francisco Bueno
Francisco Bueno

-El estudio se ha llevado a cabo por iniciativa del Itacyl, dentro de un acuerdo más amplio que tienen con Ferduero, con el fin de determinar en una primera aproximación qué posibilidades existen en Castilla y León para aumentar las disponibilidades de agua. Este aumento es necesario ya que en la actualidad las garantías de satisfacción de las demandas son en muchos sistemas de explotación muy bajas, incumpliendo incluso los criterios establecidos en el Reglamento y en la Instrucción de Planificación Hidrológica.

Por otro lado, en un futuro y como consecuencia del cambio climático, las previsiones son que existirá una importante disminución de las precipitaciones y un aumento en su irregularidad temporal, con una mayor concentración de periodos húmedos y de periodos secos. Si a ello le sumamos unas evapotranspiraciones también mayores, el resultado es que la disminución de las aportaciones o de los recursos hídricos serán todavía más importantes. Si en la actualidad ya hay problemas, a medio y largo plazo se verán agravados.

Se analizaron en un primer momento todas las posibilidades posibles: incremento de la regulación a base de aumentar capacidad de embalse, mayor aprovechamiento de aguas subterráneas, utilización conjunta planificada entre aguas superficiales y aguas subterráneas, reutilización de aguas y otras varias. Ésta última solución pronto se desechó ya que los vertidos de aguas importantes se producen solamente en las cuatro grandes ciudades: Valladolid, Burgos, Salamanca y León, y en todos estos casos los caudales ambientales aguas abajo dependen en gran medida de ellos, por lo que, al menos a corto plazo sería imposible sustituirlos. De esta forma se han estudiado con más profundidad las primeras soluciones.

-Han determinado que la cuenca del Duero puede aumentar la capacidad de embalse para garantizar el regadío. ¿Cómo es esto posible? ¿Hay que hacer más embalses?

-El estudio ha considerado las posibilidades de aumentar las disponibilidades independientemente del fin o tipo de demanda. Lo que pasa es que en Castilla y León la demanda agrícola de regadío es la más importante y con diferencia. Como el cumplimiento de los requisitos ambientales en general y de los caudales ambientales en particular, por un lado, y de las demandas urbanas, por otro, tienen preferencia sobre el uso para regadío y otros usos agrícolas o industriales, son éstos los que ven disminuidas sus garantías cuando no se dispone de agua suficiente o si disminuye, como previsiblemente va a pasar como consecuencia del cambio climático.

Centrándonos en la cuenca del Duero, que es la más importante en Castilla y León, su capacidad de embalse útil es muy pequeña en relación a las aportaciones o recursos. Hay que tener en cuenta que más de la mitad de la capacidad de embalse es inutilizable para usos que no sean los hidroeléctricos, ya que se ubican en zonas ubicadas aguas abajo de todas las demandas urbanas, industriales y de regadío. Su uso requeriría grandes infraestructuras de bombeo y conducción, lo que es inviable. El aprovechamiento ha de hacerse por gravedad, ubicando las posibles soluciones aguas arriba de las zonas de demanda, ya que así se pueden disminuir casi totalmente los gastos en conducciones y en energía.

Por otro lado, Castilla y León y la cuenca del Duero tienen mucho menos capacidad de regulación –capacidad de embalse- en relación tanto a sus recursos como a sus superficies de regadío que otras cuencas hidrográficas como las del Ebro, Tajo, Guadiana, Guadalquivir, o incluso que las del Júcar y la del Segura.
Se han buscado soluciones a todos estos problemas, analizando las posibles ubicaciones de nuevos embalses por un lado y de aumento del volumen en los ya existentes. Y se ha llegado a la conclusión de que se pueden conseguir aumentos notables a base de distintas posibles actuaciones.

-En el trabajo hablan del recrecimiento de las presas de los embalses que ya hay.

-Sí, como lo que se busca es aumentar la capacidad de regulación a partir de aumentar la capacidad de embalse, la solución del recrecido se presenta como una alternativa interesante. Por un lado, los embalses tienen su mayor capacidad de almacenamiento en las partes superiores, y por otro lado, los recrecidos tienen otra serie de ventajas frente a los nuevos embalses, como mejor imagen en la sociedad -ya que se trata de presas ya en explotación- o menores problemas ambientales.
Las presas existentes se ubicaron en su momento en ríos con aportaciones importantes y con topografías y geologías propicias. Pero con volúmenes no muy grandes en el sentido de que su capacidad no permite ni siquiera regular las aportaciones anuales, por lo que existe un margen para mejorarla. Y por eso se han analizado estas soluciones.

-¿Qué actuaciones consideran más urgentes?

-Las actuaciones más urgentes son aquellas que permitan solucionar los problemas actuales más urgentes, las de las zonas infradotadas de agua en la actualidad. Y estas actuaciones están ya contempladas en el actual Plan Hidrológico del Duero 2015-2021, tienen los estudios hechos desde hace años y tienen muchas de ellas las declaraciones de impacto ambiental aprobadas. No se entiende que no estén ya en fase de ejecución por parte de la Confederación Hidrográfica del Duero. Me refiero fundamentalmente a los embalses de La Rial y Morales en el Sistema Órbigo, a los tres de Las Cuezas en el Sistema Carrión y al aumento de regulación en el Sistema Cega-Eresma. Este último permitiría ir solventando además otro de los grandes problemas de la cuenca: la elevada explotación de los acuíferos situados al sur del Duero, principalmente los de Los Arenales y Medina del Campo. Por cierto, el estudio propone para solucionar estos problemas otro tipo de soluciones como complemento.

A partir de ahí el estudio plantea una serie de horizontes de actuaciones a medio y largo plazo que deberían ir ejecutándose primero para aumentar las infragarantías y las infradotaciones actuales y después en función de cómo se vayan notando los previsibles efectos del cambio climático.

-¿Y qué puede hacerse con mejor relación entre coste y resultado? ¿Han hecho una estimación del desembolso económico que supondrían las obras que proponen?

-No, no se ha hecho una estimación de coste de cada una de las soluciones. El estudio ha tenido un planteamiento limitado, de primera aproximación y de carácter general, por lo que se ha centrado en los aspectos de ‘posibilidades’. No obstante, sí que se han tenido en cuenta estos aspectos económicos y ambientales, pero desde un punto de vista cualitativo y comparativo y no cuantitativo.

-¿No habría ninguna mala consecuencia medioambiental para zonas que ahora tiene alguna protección?

-Cualquier actividad humana supone una presión para el medio ambiente y no solamente las presas o los regadíos. En muchos casos las ciudades o poblaciones por pequeñas que sean tiene impactos mucho mayores y nadie se las cuestiona. Y lo mismo pasa con carreteras, ferrocarriles u otras actuaciones. Eso no quiere decir que la presión ejercida por estas actuaciones no deba tenerse en cuenta, pero no hay que perder la perspectiva.

Estas actuaciones suponen una presión ambiental con un impacto que los estudios de impacto ambiental se encargan de evaluar y que las declaraciones de impacto ambiental se encargan de resolver. Evidentemente el estudio ha tenido en cuenta esto y por eso plantea los recrecidos como una buena solución de compromiso. Pero los recrecidos no solucionan todos los problemas. Es necesaria la construcción de nuevos embalses.

Por otro lado el estudio plantea dos cuestiones importantes. En primer lugar, soluciones como las Áreas de Compensación Ecológica en aquellas zonas más sensibles donde la regulación es muy necesaria. Y en segundo lugar una nueva forma de abordar estos problemas en la sociedad y entre todas las partes implicadas. En la actualidad es imposible ni siquiera plantear una actuación de este tipo sin recibir fuertes presiones –cuando no insultos- desde distintos sectores de la sociedad, muchas veces muy minoritarios pero de fuerte impacto mediático y político.

No nos queda más remedio que abordar estos temas de forma abierta si queremos compatibilizar la necesaria defensa del medio ambiente con el mantenimiento del medio rural por un lado y con las consecuencias del cambio climático por otro lado.

-¿Creen que así se solucionarían los problemas del cambio climático y de las sequías que castigan a la agricultura de manera cíclica?

-Son dos cuestiones diferentes. Los periodos secos en Castilla y León y en la mayor parte de España son ‘casi tan habituales’ como los periodos de precipitaciones medias y lo han sido siempre. La única forma de actuar para ello es aumentar la regulación superficial hasta conseguir que como poco sea anual y, en la medida de lo posible hiperanual.

El tema del cambio climático es más delicado desde un punto de vista real ya que hay que compatibilizar dos principios antagónicos: el principio de prudencia con el principio de anticipación. El principio de prudencia aconseja no realizar infraestructuras que después puedan no ser necesarias, ni adelantarlas demasiado en el tiempo. El principio de anticipación aconseja realizarlas de forma que se vayan adelantando ligeramente a las consecuencias.

Y eso es muy difícil. De ahí la necesidad antes expuesta de ir llegando a amplios consensos entre amplias bases de la sociedad. Por desgracia pienso que hoy en día eso es casi imposible. La sociedad quiere soluciones, pero sin compromisos, sin implicarse y sin coste alguno. Y eso, que yo sepa, no es posible.

-¿Sería posible incluso incrementar la superficie de cultivos de regadío en Castilla y León si se pusieran en marcha sus propuestas?

-El objetivo del estudio ha sido ver cuáles son las posibilidades de aumentar las disponibilidades de agua en Castilla y León. Pero hace un análisis de la situación actual, que ya ha sido antes comentada, y de la más que previsible futura consecuencia del cambio climático. Ha tenido en cuenta los regadíos actuales y los previsibles futuros en base a los acuerdos existentes entre las administraciones central y autonómica.

Es decir, expone cuales son las posibilidades que puedan ir acompañando a la evolución de las demandas. Las demandas podrían aumentar si se va aumentando la regulación una vez cubiertas las necesidades actuales y las de corto plazo. Pero la decisión en este campo tiene que ser social y política.

Desde un punto de vista más personal, considero que el regadío es una de las mejores formas -si no la mejor- de mantener la población y el empleo rural. Otras soluciones, si bien hay muchas necesarias, son de menor alcance económico y social. Máxime teniendo en cuenta que el futuro del secano es en muchas zonas y pueblos muy incierto, ya que al efecto de las sequías de toda la vida se suma el de las consecuencias del cambio climático.

-¿En qué cuencas o comarcas es posible incrementar la capacidad de embalsado de agua?

-En los mapas de actuaciones posibles del estudio se recogen las ubicaciones tanto de los nuevos embalses como de los recrecidos y las zonas que, además de las cercanas, se verían beneficiadas desde un punto de vista más amplio, caso de mejora de acuíferos o de los niveles de base de los ríos.

Las zonas de posibles actuaciones son muchas y no se refieren en concreto a León o al norte de Palencia como se ha dicho en determinadas ocasiones. Se ubican en las zonas que se han considerado buenas teniendo en cuenta la disponibilidad de aportaciones, las características topográficas o geológicas, la cercanía a las demandas o la posibilidad técnica de su ejecución. Y como se puede ver en dichos mapas se encuentran en buena parte de la orla que rodea a la parte central de la cuenca del Duero, donde las dificultades para su implantación son mayores.

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