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viernes, abril 19, 2024
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La calidad de la semilla determina más del 60% del progreso anual del rendimiento de la remolacha

Cada temporada se registra una veintena de variedades en el mercado español. Los obtentores invierten doce años y en torno a un millón y medio de euros por cada una. En el camino quedan cientos.
Un comienzo bien pensado sienta las bases del éxito. La elección acertada de la simiente es crucial para alcanzar la rentabilidad que todo agricultor busca en el cultivo de la remolacha. A pesar de algo que parece tan evidente, todavía la semilla es uno de los aspectos que menos valora el agricultor, a pesar de que no es de los que representa mayores costes de producción y a su vez es el que genera más del 60% del progreso anual en incremento de rendimientos en las explotaciones, según especifican desde la Asociación Nacional de Obtentores Vegetales, Anove. El coste medio de la semilla de remolacha es de 300 euros por hectárea, lo que supone entre el 8 y el 12% del total de los costes de producción; un cálculo en el que coinciden tanto las casas punteras en semillas como la industria.

“Afortunadamente cada vez son más los agricultores que se han sensibilizado de la necesidad de seguir invirtiendo en el desarrollo de nuevas variedades y que apuestan por las ventajas de la semilla certificada”, señalan en la asociación.

Más azúcar

La contribución del sector de la obtención vegetal al aumento de la rentabilidad del agricultor remolachero ha sido clave durante los últimos años. De hecho, la investigación, desarrollo y obtención de nuevas variedades ha producido importantes incrementos en la producción y rentabilidad de este cultivo.

A lo largo de los últimos diez años se ha conseguido incrementar el rendimiento en más de un 20%. Además, el azúcar extractable aumentó un 2%; del 14% al 16%. Por otro lado, el rendimiento de azúcar ha pasado de entre 7 y 8 toneladas por hectárea a 12 toneladas por hectárea.

Por otro lado, a día de hoy prácticamente la totalidad de la semilla utilizada es monogermen, y en la superficie remolachera se usa semilla pildorada y tratada con productos fitosanitarios.

Los programas de mejora de variedades de remolacha y los esfuerzos en I+D de las empresas de obtención vegetal en esta área se centran en contar con variedades cada vez mejor adaptadas a las condiciones agroclimáticas de cada zona, más resistentes a enfermedades y más productivas. De ahí la gran importancia de la genética de la semilla que el agricultor utilice, ya que se han conseguido remolachas que a día de hoy son productivas en suelos donde tradicionalmente ha sido imposible el cultivo.

En este sentido, desde la Asociación Nacional de Obtentores Vegetales destacan varias ventajas del uso de la semilla certificada, como son el incremento de rendimientos; la adaptación a condiciones adversas de cultivo; las mejoras en la calidad, adaptación de los procesos de transformación y uso; la resistencia a enfermedades y plagas o la facilidad de mecanización, transporte y almacenamiento.

“La semilla tiene bastante importancia en el resultado del cultivo porque es lo que más ha avanzado tecnológicamente, lo que nos ha permitido enfrentarnos a los problemas de enfermedades que hubieran hecho inviable el cultivo como son la rizomanía, la rizoctonia, los nematodos etc. mediante el desarrollo de variedades genéticamente tolerantes a esas enfermedades, además de una constante investigación para sacar variedades más productivas año tras año”, explica Carlos Blanco, de Koipesol. Es más, para Pablo Toro –de Betaseed- de no haber sido por estos avances en la mejora de la simiente, en muchas zonas los agricultores tendrían que haber abandonado el cultivo.

La semilla de remolacha que llega al agricultor es tecnología pura. Y no hay motivos para pensar que esta situación de mejora permanente no pueda darse a partir de ahora, o que pueda ralentizarse este crecimiento; más bien al contrario, los seleccionadores se muestran optimistas en este sentido, y prometen nuevos avances para hacer más competitiva su marca, tal y como recalca Clemente Morate, de Florimond Desprez Ibérica (SES VanderHave). El potencial de las variedades aumenta anualmente: “No hay más que ver los resultados de los ensayos en todos los países para darse cuenta”, remacha Morate.

Pero, además de aumentar su capacidad productiva, la semilla actual ofrece avances en su presentación que hacen al cultivo más competitivo y viable.

“La calidad de la semilla resulta fundamental, sobre todo si hay problemas de nematodos. Puede suponer un 30 a un 40 % de pérdida de rendimiento no elegir una variedad tolerante a nematodos, en caso de infección media alta”, destaca Javier Fuertes, de KWS.

Con buen criterio

El rendimiento en campo y el índice de azúcar, además de las características de la parcela (suelo, características climáticas, etc.) son los aspectos fundamentales que debe tener en cuenta el agricultor para decantarse por una semilla u otra, indican en Anove.

Las recomendaciones de Aimcra marcan la pauta según opina Javier Fuertes “Las variedades no recomendadas tienen una pérdida significativa del 5% frente a la media de las recomendadas. Si es con las primeras de la lista, esta diferencia puede ser mayor. Otros criterios son las posibles enfermedades. Lo normal es preferir variedades de más riqueza para reducir algo los costes de transporte”, remacha.

También Carlos Blanco y Azucarera defienden los listados que elabora cada campaña Aimcra. El técnico de Koipesol alude a “criterios de producción”. “Es importante la propia experiencia del agricultor: si una variedad le va muy bien en producción no hay porque cambiar”. “Otros criterios pueden ser utilizar variedades que dan más riqueza en tierras que no suelen dar mucha riqueza y sí muchos kilos. Y de kilos en tierras que dan riqueza pero no dan producción”, amplía. El experto de Betaseed Pablo Toro incluye las recomendaciones de ACOR entre las consultas obligadas para elegir la mejor semilla para cada terreno.

El especialista de Florimond Desprez Ibérica es tajante: “Ningún remolachero imagina sembrar una semilla que no reúna todos los avances”, sentencia. Conocer la parcela a sembrar y pensar en la posible presencia de nematodos, aparición de rizoctonia, etc. tiene más trascendencia que el peso y la riqueza según Morate, ya que las variedades cada vez están más equilibradas en estos valores.

Investigación

El proceso de creación de nuevas variedades es largo y muy costoso. La remolacha es una planta de ciclo bianual, por lo que los procedimientos de selección y producción son más complicados que en otras. Se calcula que desde que se hace el primer cruce hasta que la variedad es comercial, pasan entre diez y quince años, con todo lo que ello supone. Esto implica un elevado número de cruces antes de dar con la variedad adecuada.

Los híbridos resultantes de estos cruces son analizados y ensayados en diferentes condiciones, para comercializar solo aquellos que cumplen las expectativas de rendimiento, tolerancia a determinadas enfermedades o a las diferentes condiciones que demanda hoy el mercado.

Por el camino se quedan cientos de variedades que se desechan.

Actualmente se registran alrededor de 20 nuevas variedades cada año en el mercado español. La inversión necesaria en programas de investigación y desarrollo para poner una nueva variedad de remolacha en el mercado es de alrededor de 1,5 millones.

Lo habitual es sembrar los semilleros en agosto con una densidad elevada. En el mes de febrero o marzo, tras haber pasado el invierno y acumulado frío suficiente para su vernalización, se trasplantan las plantas de remolacha a las parcelas de producción, de tal forma que habrá una línea de plantas macho (polinizadores) por cada tres líneas de plantas hembra (portagranos).

Cuando tienen una cierta altura, se despuntan los tallos principales, para que las plantas ramifiquen y su arquitectura sea más favorable a una mayor cantidad de flores y por tanto a una mayor producción de semilla.

Una vez polinizadas las plantas hembra se destruyen los machos para garantizar que la semilla obtenida corresponde sólo al híbrido que se desea. Llegada la semilla a su madurez, se corta y se deja secar. Una vez seca se pasa por la cosechadora.

A pesar de todas las especificidades de la investigación genética y desarrollo de variedades, las diferencias entre las distintas zonas remolacheras de Castilla y León más que a lo agronómico atienden básicamente a los costes de cultivo basados en la captación del agua para el riego. En unas zonas el agua es de canal y el riego es relativamente barato, en otras modernizadas el coste es medio. En el resto el regadío es sondeos, que es muy caro y casi inviable por el coste de la electricidad o el gasoil.
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