Julio César y Alfonso Criado son los dos socios de la cooperativa Crica, de Megeces, a orillas del río Cega. Disponen de treinta vacas, que alimentan a partir de su propia producción de cereal y forrajes.
Con su leche elaboran mantequilla, diferentes tipos de yogur y cinco clases de queso, además de vender la leche en los formatos de entera y desnatada. “Somos de las pocas empresas que venden leche cruda en España”, destaca Julio César.
El manejo del alimento se hace con mucho mimo, y también con un gasto importante en los análisis que deben realizar en cumplimiento de la normativa. De hecho, lamenta los controles que se ejercen sobre su trabajo, algo que no se entiende teniendo en cuenta que se venden muchas cosas crudas, desde los huevos hasta la carne, sin que el proceso esté tan controlado.
Todo ello les permite cerrar el círculo de la producción, desde la tierra al consumidor.
Cultivan forrajes para almacenarlos y disponer de ellos durante buena parte del año, en que la producción de la tierra es prácticamente nula. Siembran alfalfa y también esparceta, de la variedad pimpinela, que cubre y protege el suelo perfectamente.
Para el grano hacen “multisiembra”, sobre todo avena, cebada, veza y centeno.
El cereal se cultiva en siembra directa, con el objetivo de no voltear la tierra y no desestructurarla, lo que podría parecer que se traduce en que se pierde una herramienta para combatir las malas hierbas. Sin embargo, estas se combaten poniendo a pastar a las vacas que no están en producción. “Si se hace en el momento justo, las adventicias se descastan y se frena su proceso de reproducción”, señala Julio César, que resume su política de sanidad vegetal destacando: “Nuestras vacas son nuestro herbicida”.
La comercialización de estos productos se realiza a través de grupos de consumo y tiendas de productos ecológicos de Valladolid y Madrid. La buena noticia es que a medio plazo la cooperativa dejará de atender la capital de España para centrarse en su entorno, “que es el objetivo de toda compañía como la nuestra: abastecer al mercado local”, que resulta más respetuoso con el medio ambiente.
La familia Criado procede de una explotación ganadera convencional, con vacas que daban 35 litros, frente a los 14 de los animales actuales. Es otra de las consecuencias de haberse pasado a lo ‘eco’, un proceso que les ha supuesto “la enorme satisfacción de hacer lo que nos gusta y de ser capaces de poner el producto en el mercado”. Y que dé empleo a dos socios y cinco empleados.
Se lanzaron a lo ‘eco’ hace más de una década por la convicción de que era necesario replanteárselo todo desde la base. La experiencia les ha demostrado que, frente a la tendencia global de ir cada día a explotaciones de mayor dimensión, lo ecológico permite hacer rentable una explotación más pequeña.
“La clave está en cerrar el círculo”. De ese modo “trabajas menos porque necesitas menos hectáreas, pero el valor que generas es todo para ti”. Por supuesto, “echando menos horas en el campo y más en la oficina, o dedicadas a la comercialización”. Además, “cuantas menos hectáreas lleves, mejor las controlarás y serás más dueño de lo que haces”.
