Son ya muchos los días de elevadas temperaturas medias en este mes de julio, con unas previsiones que apuntan a máximas por encima de los 34 y los 35 grados, sobre todo en el valle del Duero.
Esta acumulación de jornadas tórridas, con muchas horas de calor desde el mediodía hasta el atardecer, hace que las estomas de la planta se cierren para evitar la pérdida de agua, y al mismo tiempo detiene el desarrollo de los cultivos.
Cuando la planta “no hace ciclo” no realiza las funciones que serían normales a temperaturas más bajas, con lo que se frena la función clorofílica y no hay desarrollo foliar ni radicular.
Como señala Paco Vilches, de Agro Valladolid, en periodos como este es normal que algunas plantas se sequen, lo que no debe confundirse con la aparición de una enfermedad.
Las dificultades para el crecimiento empiezan ya a partir de los 25 o los 27 grados centígrados y ‘marcan’ a cultivos como los hortícolas. Un ejemplo está en la zanahoria, que en estos casos acaba presentando unas raíces más cortas y menos lisas, con producciones que también pueden ser más limitadas que otros años.
Para Vilches, una de las consecuencias positivas de este periodo de canícula radica en la sanidad, puesto que las temperaturas que se registran estos días hacen imposible la aparición de enfermedades que siempre están al acecho, como el mildiu.
En su opinión, el agricultor de regadío conoce muy bien lo que tiene que hacer en relación con el agua: realizar más aportaciones, aunque menos abundantes, de modo que la planta se mantenga hidratada y se pueda compensar, aunque sea en parte, el efecto de las altas temperaturas.
Eso sí, es más interesante hacer esas aportaciones de agua durante el día, y no por la noche, para que el riego cumpla esa función de aliviar la situación de la planta y contribuir a que continúe su desarrollo.
