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jueves, abril 18, 2024
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Un control efectivo de malas hierbas en la agricultura de conservación

Tras identificar las malas hierbas y su nivel de infestación, el agricultor de siembra directa debe escoger el control más eficaz, económicamente viable y seguro para el ambiente

José María Velasco de la Torre. Ingeniero de Abulac
La agricultura ha ido evolucionando a lo largo de los diez mil años de su historia, pero seguramente ha sido durante los últimos 60 cuando ha experimentado el cambio más radical. Una de las consecuencias más visibles es que una sola generación de agricultores hayamos conocido el arado romano y la siega del trigo con la hoz, y en la actualidad estemos conduciendo tractores con ordenador a bordo y sistema GPS.
Con la llamada ‘Segunda Revolución Verde’, culminada en los años 70, se pudo aplicar la mejora vegetal a la agricultura, con lo que se consiguió un aumento espectacular en la producción de alimentos. Posteriormente, con la agricultura de conservación se multiplicó el potencial de trabajo de los agricultores, por tanto bienvenido fue este gran cambio que mejoró considerablemente la calidad de vida de la población rural.
Con la agricultura de conservación mejoramos física y químicamente el suelo, este se hace más permeable y poroso, porque se elimina la suela de labor, y la red de raíces muertas favorece la vida de los microorganismos. La agricultura moderna ha logrado incrementos productivos importantes, acompañados de una creciente obtención de alimentos, impulsada por un amplio uso de fitosanitarios para el control de malezas.

Manejo integrado de plagas

La FAO define el control integrado de plagas como el sistema de manejo que , en el contexto de la asociación del medio y la dinámica poblacional de las plagas, utiliza todas las técnicas y métodos adecuados de forma compatible, manteniendo las poblaciones nocivas a niveles por debajo de aquellos causantes de daño económico”.
Pautas para un adecuado manejo:
1. Identificación de malezas y su nivel de infestación.
2. Biología y ecología de las especies de malezas predominantes.
3. El efecto competitivo y los umbrales económicos de las malezas predominantes.
4. Métodos de control técnicamente efectivos, económicamente viables y seguros para el ambiente.

En siembra directa hay que compatibilizar el control químico de malezas con diferentes medidas culturales, como las siguientes:
Cultivos de cobertura. Una técnica que supone una alternativa durante los períodos libres de cultivo.
Reducir la distancia entre surcos. En girasol y maíz se ha observado un control de malezas superior al reducir la distancia entre surcos. Así, el crecimiento de malas hierbas es inferior debido a una mayor competencia del cultivo. El empleo de semillas libres de malas hierbas, de buena calidad y alto poder germinativo, nos asegura una rápida cobertura del suelo.
Rotación de cultivos. Una adecuada alternativa desde el punto de vista agronómico y práctica aconsejable para cualquier explotación. En siembra directa adquiere especial relevancia y tiene grandes ventajas sobre el control efectivo de malezas, que podrían determinar el éxito o fracaso de la técnica. El momento de germinación de las malas hierbas es un factor destacado, siendo interesante en algunos casos retrasar la siembra.
Esta práctica nos facilita el control de algunas hierbas bianuales y de gramíneas, al poder tratarlas con herbicidas selectivos.
La siembra consecutiva de un mismo cultivo acentúa el riesgo de plagas y enfermedades criptogamicas endémicas, sobre todo en terrenos con abundante cubierta vegetal. Alternando cultivos atenuamos el peligro porque las plagas y enfermedades suelen ser distintas para cada uno de ellos, y siempre resultará más fácil su control.
Fertilización localizada. Mediante esta práctica conseguimos que los nutrientes no sean fácilmente accesibles para las malezas y reducimos el grado de infestacion del cultivo.
En cuanto al control químico de malezas, los herbicidas son un elemento indispensable para un efectivo control de malas hierbas tanto en la agricultura convencional como en siembra directa. La principal diferencia radica en el control previo, ya que en siembra directa se realiza de forma química y en la agricultura convencional mecánicamente. En cambio, las malezas que nacen después son controladas con los mismos herbicidas.
El éxito de la siembra dependerá de cómo manejemos los herbicidas, teniendo en cuenta el momento de aplicación y posibles mezclas, el tipo de hierbas, estado vegetativo, o la humedad de suelo. También la temperatura ambiente, horas de luz, residuos vegetales en superficie, características del equipo, calidad del agua y la capacitación del tractorista.
Respecto a algunos fitosanitarios como los herbicidas, con el sistema de siembra directa no necesariamente ha de aumentarse su consumo, sino que, a medio y largo plazo, puede incluso disminuir. Es cierto que con este sistema se sustituye el laboreo por la aplicación de un herbicida, sin embargo, lo que no hacemos es enterrar semillas de malas hierbas como se hace involuntariamente con el laboreo.

Uso de herbicidas

El uso extensivo de herbicidas de dosis relativamente bajas comenzó en 1945 con el lanzamiento de los herbicidas reguladores de crecimiento 2, 4-D y MCPA, los herbicidas hormonales más usados.
Formulación. Los herbicidas se fabrican de forma relativamente pura y están compuestos de materia activa, coadyuvantes y materias inertes.
Toxicología. Antes de que un nuevo herbicida se pueda vender , tiene que demostrarse su seguridad para que sea manipulado por el operador, y que los consumidores no están bajo riesgo.
Encontramos herbicidas, dependiendo de su momento de aplicación, de presiembra, preemergencia -antes de su nascencia- y de postemergencia, cuando las plantas del cultivo son perfectamente visibles.
Pueden ser sistémicos, al aplicarse sobre la planta, aunque sean a distancia, y de contacto, actuando localmente en la superficie y sin necesidad de ser traslocado.

Efectividad

Es a partir de la cosecha del cultivo anterior cuando comienza el control de malezas. En siembra directa el rastrojo provoca que los herbicidas lleguen con mayor dificultad al suelo. Es importante lograr una distribución del rastrojo sobre la superficie para que los restos de la cosecha interfieran en menor proporción en la efectividad del herbicida.La eliminación de las malezas con glifosato durante el barbecho y en presiembra es básica para que el cultivo tenga la mayor eficiencia de uso del agua y nutrientes.
La materia activa glifosato, de las más utilizadas en el mundo, fue introducida en 1974 por Monsanto. Es un herbicida de amplio espectro, activo sobre la mayor parte de las especies de plantas verdes, que inhibe una enzima vegetal involucrada en la producción de tres aminoácidos esenciales para el crecimiento de las plantasLa aplicación de herbicidas hormonales en combinación con glifosato es una práctica aconsejable en siembra directapara el control de hoja ancha en trigo y cebada. Así conseguimos un mayor control cuando la maleza está desarrollada.
La aplicación anticipada de herbicidas residuales en trigo y cebada es muy recomendable, al anticiparse en el control. Uno de los grupos más utilizados es el de las Sulfonilureas. Al ser herbicidas de acción radicular, requieren cierta penetración en el terreno, por lo que los períodos prolongados de sequía tras el tratamiento reducen su eficacia.
El uso repetido de un herbicida, o varios con el mismo sitio de acción, puede implicar que una planta anule la actividad fitotóxica del herbicida, causando resistencias cruzadas o múltiples.
En cuanto a los tratamientos de postemeergencia, son iguales en siembra directa que en el laboreo tradicional y no afectan el tipo de suelo ni la cantidad de residuos de cultivo. Sin embargo, su eficacia varía en gran medida según el momento de aplicarse y la adecuación de las dosis a las especies de malezas, por lo estas deben identificarse correctamente.

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