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viernes, marzo 29, 2024
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“Soy incapaz de parar; no abandonaré las viñas nunca”

Bodeguero, viticultor y titular de la empresa de servicios, todo bajo la marca Vocarraje, Abdón Segovia combate la yesca con una solución de peróxido de hidrógeno. Cuarta generación de viticultores, observa con orgullo cómo sus descendientes continúan atendiendo el negocio familiar
Alfredo Allende

A Abdón Segovia (Morales de Toro, 1947) se le iluminan los ojos mientras departe sobre vino y viñedos. La media sonrisa casi constante y la manera de gesticular delatan a este viticultor afable y buen conversador: “De esto yo puedo hablar quince minutos o cuatro horas si hace falta”, advierte. También sabe escuchar, la mejor de las virtudes para una persona siempre inquieta y dispuesta a aprender a pesar de su largo recorrido vital y profesional. Abdón Segovia es la pasión por la viña.

Sus orígenes toresanos no le dieron muchas más opciones. “Ya tengo unas cuantas vendimias a mis espaldas. Soy biznieto, nieto e hijo de viticultores y bodegueros. A mi bisabuelo le llamaban ‘Domingón’ porque se salía de tipo. Era un hombre que elaboraba vino para él, a su imagen y semejanza. Siempre sacaba aquellos tintos de Toro con 16 grados, fuertes, potentes… Cuando venían los asturianos y gallegos a comprar era el primero que se vendía porque al ser tan fuerte se podía mezclar”, rememora.

La viticultura la llevaba en la sangre de nacimiento, aunque probó también suerte en otros ámbitos. A los quince años se marchó al País Vasco, como aprendiz en un taller. Estuvo en la escuela de Aprendizaje Industrial de Elgoibar cursando Ajustador Montador. “Es el único título real que puedo colgar en una pared”, bromea. De chaval había pasado mucho tiempo “haciendo de Caperucita Roja para llevarles el almuerzo a mi padre y a mi hermano a las viñas” y quería ver horizontes nuevos, pero pronto regresó a Morales de Toro.

Aprendizaje en las viñas francesas
“Cuando empecé a tomar conciencia de lo que me gustaría ser en la vida y de lo que no me gustaba me di cuenta de que no ver las nubes, el sol, el campo… Oler a taladrina en vez de a tomillos… Volví a trabajar con mi hermano y con mi padre”, explica. Entonces se hizo cargo de las bodegas y poco después empezaron a plantar para otros agricultores. Ya todo fue rodado.

Montó una cuadrilla y comenzaron a trabajar en los primeros años de la reconversión en Rueda. “Fui a aprender lo que no sabía a Francia. Me marché a podar, a plantar; a trabajar en el campo exclusivamente para aprender. También de los libros, pero sobre todo de lo que se hacía en el campo”, detalla. Al regreso creó su empresa de servicios, a la que dio el nombre de Vocarraje; “un pago que hay en la zona de Toro que es de los mejores en cuanto a viñas”.

Extendió su radio de acción a Ribera del Duero y más tarde a Cigales, aunque su debilidad siempre ha sido el viñedo de Toro. Hoy es una referencia como empresa de servicios y bodeguero. Trabaja con Bernard Magrez y con Gerard Depardieu, “al que no solo le cuido las viñas, sino que también le elaboro los vinos”, apunta.

Segovia ha emprendido una batalla personal contra la yesca, para la que tiene su solución: “El peróxido de hidrógeno con plata coloidal me está dando unos resultados estupendos. Invito a quien quiera a que lo vea en el campo, que no son solo palabras. Con una botellita de producto se hacen más de mil cepas, y cuesta 50 euros. Que el viticultor haga los ensayos en sus viñedos”, recomienda este estudioso y enamorado de la viña.

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