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sábado, abril 27, 2024
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El agua que no riega (aunque cuesta y se pierde)

Ante la disminución de la cantidad de agua disponible y el continuo incremento del precio de la energía, el más mínimo despilfarro es especialmente costoso

Un tema sobre el que corren ríos de tinta es la disponibilidad, regulación y utilización de agua para el riego de cultivos agrícolas. También se escribe y habla mucho sobre el precio de la energía requerida para bombear el agua desde su origen (superficial o profundo) hasta los puntos de aplicación.

El uso de variadores y energía solar fotovoltaica ayudan a minorar el coste energético de extraer e impulsar el agua necesario. Pero, ¿es realmente necesario bombear toda esa agua?

Cuando nos paramos a analizar el destino del agua aparecen matices nada despreciables. En los riegos por aspersión o goteo el total del agua que se extrae y bombea se divide entre: la parte de ese total que realmente aprovechan los cultivos, la cantidad que se evapora durante el proceso de aplicación y, por último, el agua que se filtra en el terreno por debajo del nivel en el que lo pueden aprovechar, según el estado de desarrollo, las raíces de las plantas.

Esta última fracción es agua que se pierde, igual que cuando regamos demasiado un tiesto el agua que no puede retener en su volumen se sale por el agujero de drenaje en el fondo del mismo. En el campo no vemos cómo el agua se filtra hacia niveles profundos cuando regamos más de lo que el terreno es capaz de retener para el consumo del cultivo durante los siguientes (pocos) días.

Pero se filtra y se pierde. Un agua que hemos bombeado desde decenas/centenas de metros de profundidad y llevado hasta las plantas con un importante coste. Todo para que haga un viaje de retorno hacia al subsuelo.

La solución es, una vez más, medir. Medir para tomar decisiones –en este caso sobre la cantidad y frecuencia del riego–  basadas en datos precisos y no sólo en impresiones más o menos superficiales (literalmente). Estas mediciones de la humedad del suelo a distintas profundidades se pueden hacer  con unos equipos manuales denominados tensiómetros (disponibles desde hace décadas) o de forma automática con equipos inalámbricos conectados a su correspondiente software.

Lo importante es conocer de forma precisa cuánta agua necesita el cultivo y cuál es el exceso de agua que estamos aplicando. Siempre hay un exceso.

Para ayudar a detectar el agua de riego que se pierde por percolación y -por supuesto- las necesidades hídricas de los cultivos, Proxima Systems dispone de toda una gama de productos PRX-SOIL que se integran como un guante con los principales sensores de humedad de suelo en el mercado (Watermark, SDI-12, analógicos, etc) y con el resto de sus productos de automatización y telegestión de riego agrícola.

Para otro día dejo el tema del agua que se emplea en regar cultivos que nunca llegan a las mesas de los consumidores por razones tan peregrinas como el tamaño del producto, su punto de maduración, su aspecto físico por debajo de los “estándares del mercado”, o intereses/estrategias comerciales totalmente ajenas a un uso responsable de los recursos naturales.

Más información en la web de la Proxima Systems.

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