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jueves, marzo 28, 2024
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Gestionar la abundancia en el campo

La incertidumbre sigue impulsando a LESA no solo a mantener, sino a desarrollar su modelo de negocio con mayor presencia en el origen, con nuevas inversiones operativas en fertilización y aplicaciones y con la apertura de nuevos almacenes

José Ángel Ramos, director de Grandes Cuentas y Mercados de LESA
En esta España de meteorología cambiante y en un sector como el nuestro, es frecuente que acudamos a la estadística para justificar determinadas cosas.
Y la estadística, recogerá los datos de producción, las hectáreas sembradas, los consumos de fertilizante, etc. y todo ello se incluirá en un anuario, que con la dificultades de trasladar a la realidad que toda generalización implica, acabará almacenado polvo en un estante.
Detrás de ello, está la realidad de cada comarca, de cada agricultor, de cada almacenista, y del resto de operadores de un mercado que este año podrá generar más de 21.000.000 toneladas de trigo, cebada, avena, centeno y triticale, y para una demanda nacional cercana a los 28.000.000 toneladas (recordemos que la campaña pasada apenas superamos los 14.000.000 toneladas).
En el momento que escribo este artículo los precios se encuentran en mínimos de más de seis años en algunos cereales, y con estimaciones de producción muy superiores a la media de las últimas compañas en buena parte de las comarcas cerealistas, y con más incidencia en la zona norte. La cara y la cruz del mercado.
Además las estimaciones de producción de las áreas de competencia internacional, que son las que verdaderamente marcan precio, como el entorno del mar Negro, apuntan a grandes cosechas con buenas calidades.
Este escenario está obligando a los pequeños almacenistas y a los mayores, a recalcular sus operaciones de compraventa y stock, en un difícil equilibrio de servicio al agricultor, y ante una expectativa a corto plazo de demanda que no cubre la oferta.
Es importante que en este punto pongamos en estima el trabajo de estos reguladores, grandes y pequeños, imprescindibles en la cadena de valor, y que en los últimos años han visto como desde la proliferación de naves del propio agricultor que en ocasiones autogestiona durante tiempos cortos su propia producción hasta el producto que a través de los puertos llega de la mano de los transitarios y multinacionales, estrecha sus márgenes, y en algunos casos pone en peligro su propio sentido.
Los consumidores, presionados a su vez por una durísima competencia, presionan como es su obligación a sus proveedores, los almacenistas, hasta llegar a obligar a asumir riesgos de vender por debajo de precios de reposición, la tendencia a la cultura de la búsqueda de minimizar el precio sin necesariamente tener en cuenta los múltiples esfuerzos que se hacen y que son la clave de la reducción de riesgos y costes que a largo plazo se traducen en beneficios.
Y esta vocación de servicio, al margen de las dificultades del sector, de la escasa rentabilidad de gran parte de las operaciones y de un exceso estructural de oferta es la que sigue impulsando a LESA, a no solo mantener, sino desarrollar su modelo de negocio con mayor presencia en el origen, con nuevas inversiones operativas en fertilización y aplicaciones, con apertura de nuevos almacenes. En definitiva, apoyando al agricultor profesionalizado, que demanda este crecimiento de nuestro desarrollo, y distingue el valor que le da toda la seguridad y servicio.
Es cierto que la revolución tecnológica vinculada a maquinaria y aperos sigue un ritmo vertiginoso en los últimos 20 años, y que las trasformaciones agronómicas, tanto en la consolidación de regadíos, concentraciones parcelarias, siembra directas o técnicas de mínimo laboreo, han modificado completamente la imagen de nuestros campos en apenas dos décadas, pero no lo es menos que la globalización de los mercados, y sobre todo, los movimientos internacionales de capital e inversión, están incidiendo de forma definitiva en la Regulación de la oferta, y más aún en un país deficitario como España. Ya no es una cuestión de acertar; tarea difícil dada la complicada maraña de sucesos que regulan el precio internacional, sino de maximizar siempre el retorno cometiendo los menores errores, midiendo con extrema precaución los riesgos, y nunca operando basados en exclusiva en el precio.
Por todo ello, sirva este artículo como reivindicación del papel que desde LESA, y el resto de almacenistas locales y comarcales, realizamos al lado y del lado del agricultor: el elemento más frágil de esta cadena, y que sigue preguntándose por qué todo en su entorno ha cambiado tanto excepto el precio al que vendía su trigo hace ya esos 20 años.

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