El año pasado ya estaban sembrando girasol a finales de marzo en algunas zonas de Castilla y León, antes de lo habitual. El tiempo manda siempre, y esta campaña no será tan temprana, aunque arrancará en breve. De cualquier manera, hacer la sementera bien marca en gran medida el desarrollo del cultivo hasta la cosecha. “Es importante tener presente la rotación que llevamos en nuestra explotación para evitar posibles daños de herbicidas residuales que pudieran perjudicar la nascencia y el desarrollo normal del cultivo”, señalan dese el Servicio Agronómico y de Cultivos de ACOR como premisa.
Además, para obtener una germinación y posterior emergencia rápida y homogénea no debemos olvidar lo importante que es establecer una buena cama de siembra. Hay que realizar un laboreo adecuado para que el sistema radicular se desarrolle de manera favorable y lo más profundo posible que permita mayor tolerancia a la sequía. Por tanto, en caso necesario, “se debe romper posibles capas compactadas que se hubieran producido sobre todo en la preparación de cultivos previos”, recalcan en la cooperativa de Olmedo.
Desde el punto de vista nutricional hay que ser conscientes de la importancia de llevar a cabo una correcta fertilización del cultivo, incluso en secano. Lógicamente su actuación estará influenciada por el factor ambiental, pero el uso de fertilizantes se hará pensando en una aplicación lógica y objetiva si tenemos en cuenta la rotación. Por ello el Servicio Agronómico y de Cultivos de ACOR siempre aconseja llevar a cabo una analítica de tierra, y así establecer una recomendación de abonado en función de la producción esperada y la disponibilidad de nutrientes de la parcela. Los socios de ACOR pueden solicitar la analítica de su parcela de manera gratuita.
La fecha de siembra es variable, determinada por la humedad y la temperatura que permitirán una correcta implantación y en qué medida podremos adelantar esta labor con menor estrés hídrico en verano, así como llevar a cabo antes la recolección y evitar las lluvias otoñales que dificultan la cosecha. Estos dos factores junto con la textura del suelo influirán también en la profundidad de siembra. A mayor profundidad es mayor también el riesgo de fallo en la nascencia.
Cuándo se siembra puede afectar de manera importante en la producción de los ácidos linoleicos y oleicos, siendo en principio perjudiciales las siembras tardías para la producción de oleicos.
La densidad de siembra dependerá principalmente de cuestiones como la precipitación y la fertilidad, además de variar según la distancia entre surcos. “Podemos generalizar a modo de recomendación una densidad de 35-45.000 plantas por hectárea para un secano árido, 50-65.000 plantas para secano fresco, y para un regadío entre 80-100.000 plantas por hectárea”, prescriben en ACOR.
Los expertos de Pioneer recomiendan sembrar temprano siempre que las condiciones climatológicas lo permitan, a una buena densidad para tener una adecuada nascencia y sacar el máximo potencial. También son partidarios de apostar por híbridos que den flexibilidad en el tratamiento herbicida y analizar el terreno para comprobar que está correcto de nutrientes, no olvidándonos nuca del boro.
Una buena preparación del terreno es fundamental a criterio de Carlos Blanco, de Koipesol. “Para esto es importante hacer labores pronto, en noviembre y diciembre, que el invierno haga su función con el hielo y que ese terreno recoja el agua, que van a ser las reservas del girasol para el verano”, justifica.
En Koipesol defienden que hay que sembrar cuando la tierra tenga la temperatura y el tempero adecuado para asegurar una nacencia rápida, uniforme y con fuerza. “Si conseguimos esto estamos hablando que tenemos un porcentaje de éxito muy grande ya ganado. Después, el girasol es una planta que soporta bien la sequía y el calor, por lo que donde nos jugamos mucho es en la implantación”, recalca Carlos Blanco.
