Pese a las heladas y los golpes de calor, hay agricultores en Castilla y León que “no pueden quejarse” porque ganarán lo mismo que en años anteriores.
La sensación es, sin embargo, bastante diferente si atendemos a los costes de producción. “Movemos mucho dinero y podemos acabar en un desastre el día que los precios de venta caigan”, apunta Fernando González Olmedo, agricultor de Geria, municipio vallisoletano que se reparte entre los Torozos y la vega del Pisuerga.
Fernando ha tenido una media por encima de los 4.000 kilos en cebada, lo que a los precios actuales le permite salvar los muebles. La primera que cosechó, en una zona muy expuesta al sol, tuvo la sorpresa de obtener 5.600 kilos por hectárea.
“No estoy contento, porque lo había hecho todo para tener una producción elevada y el campo estaba muy bien presentado, hasta que llegaron los calores de mayo”, advierte.
En espera del resultado que ofrezca el trigo, lo que está claro es que los costes son una exageración, con un gasóleo que casi ha triplicado su precio. Y lo mismo se puede decir de los tratamientos y los fertilizantes.
Este año la alfalfa ha dado buenas producciones. Fernando la entregará, además de la paja del cereal, a la deshidratadora de Villalar de los Comuneros. Ya ha dado tres cortes, el tercero de los cuales espera a ser recogido.
Destina 8,5 hectáreas a la alfalfa, un cultivo que conoce bien y que resulta “más estable y previsible” que otros. Le permite organizar mejor su trabajo. Incluso le ayudará a tomar decisiones cuando, a mediados de agosto, deba dejar de regar, dada la escasa dotación que tiene asignada este año.
“Sería impensable con otros cultivos, como el maíz, tomar la decisión de ‘cortar’ el riego a esas alturas del año”, apunta.
