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Deshojando la margarita del girasol y los cultivos proteicos en la futura PAC

Pedro Medina. Viceconsejero de PAC y Desarrollo Rural

A finales del mes de junio, justo cuando el girasol comenzaba a florecer en Castilla y León, conocimos la sorprendente noticia de que las oleaginosas no podían encuadrarse en las ayudas a los cultivos proteicos, y así optar al 2% adicional de financiación reservada para estos y reconocida en el artículo 96 del Reglamento de la UE 2021/2115 sobre planes estratégicos de la nueva PAC.

En aquellas fechas, el ministerio de Agricultura nos trasladó, de forma verbal, la observación que desde los servicios de la Comisión Europea habían realizado sobre la versión inicial del Plan Estratégico de España (PEPAC) y que así lo habían considerado sus servicios jurídicos.

Nos ha dejado con la sonrisa en los labios la observación realizada, tanto por el cuándo y el qué, como por el cómo. Así, respecto al cuándo, no parece muy profesional que haya sido necesario utilizar prácticamente el tiempo de descuento para sacar la tarjeta roja al girasol, colza, camelina, soja y otras oleaginosas; máxime si consideramos que estos cultivos, ciertamente pertenecientes a las oleaginosas, se han beneficiado de las ayudas asociadas a los cultivos proteicos desde 2005 hasta la actualidad.

Además, no deja de ser curioso que meses antes, y a consecuencia de la invasión de Ucrania por Rusia y la fuerte dependencia de las importaciones de oleaginosas ucranianas, se autorizaran las siembras de barbecho que, en su mayoría (90%), fueron sembradas de girasol por los agricultores. Sin duda estamos ante un mar de contradicciones y, me permito decir, sin rumbo cierto ni patrón para llevar el barco.

Pasando a los motivos que esgrime la Comisión en su última postura, señalar que, en una carta firmada por el director general adjunto en funciones de Agricultura y Desarrollo Rural a finales de julio, y de la cual tuve conocimiento el 10 de agosto, reconoce que: “Muchas oleaginosas también contribuyen al abastecimiento de proteínas vegetales en la UE, en particular tras la extracción de sus aceites. No obstante, la finalidad principal de la producción de oleaginosas es su contenido en aceite…”.

Realmente un gran descubrimiento, pero creo que otra nueva contradicción que fácilmente se puede justificar con múltiples documentos de la propia Comisión como, por ejemplo, el Informe de la Comisión al Consejo y al Parlamento Europeo sobre el desarrollo de proteínas vegetales en la UE COM (2018), de 22 de noviembre de 2011, en el que textualmente se recoge:

“La producción y el abastecimiento de proteínas vegetales para el sector agroalimentario ha estimulado en repetidas ocasiones el debate político a escala de la UE. El presente Informe pretende cumplir el compromiso adquirido por la Comisión durante el proceso de adopción del Reglamento (UE) 2017/2393, de revisar la situación de la oferta y la demanda de proteínas vegetales en la UE y explorar las posibilidades de seguir desarrollando su producción de manera coherente desde un punto de vista económico y medioambiental.

El informe se centra en las plantas ricas en proteínas con un contenido de proteína bruta de más del 15 % (oleaginosas: colza, girasol y habas de soja; legumbres: alubias, guisantes, lentejas, altramuces, etc.; y leguminosas forrajeras: fundamentalmente alfalfa y trébol), que representan aproximadamente una cuarta parte del suministro de proteína vegetal bruta en la UE.

Dependiendo de la fuente de proteína, el índice de autosuficiencia de la UE varía considerablemente (colza 79 %, girasol 42 %, soja 5 %). En consecuencia, la UE importa anualmente alrededor de 17 millones de toneladas de proteínas brutas (de las cuales, 13 millones de toneladas son a base de soja y equivalen a 30 millones de toneladas de habas de soja); fundamentalmente de Brasil, Argentina y los Estados Unidos. La UE importa también 1,5 millones de toneladas de proteína bruta de girasol y hasta un millón de toneladas de colza, ambas principalmente de Ucrania”.

Asimismo, el informe incluye en sus conclusiones, entre otras, lo siguiente:
“Para fortalecer aún más el desarrollo de las proteínas vegetales cultivadas en Europa:
Proporcionar apoyo a los agricultores que cultivan proteaginosas a través de la propuesta de la futura PAC, incluyéndolos en planes estratégicos nacionales de la PAC, dedicando sumas adecuadas a la ayuda a la renta asociada para las proteínas vegetales que experimentan dificultades en su desarrollo, con el fin de que sean más competitivas y sostenibles o de mejorar su calidad (no limitándolas al 2% adicional)”.

A este primer argumento, que podemos considerar de perfil técnico, botánico o agronómico, como vemos del todo contradictorio, se añade el argumento burócrata, haciendo referencia al texto final del artículo relativo al ámbito de aplicación de la ayuda a la renta asociada (artículo 33 del Reglamento sobre los planes estratégicos de la PAC), tal y como figuraba en el acuerdo político, que establece una distinción entre las oleaginosas, en su letra b), y los cultivos proteicos, en su letra c); y las semillas de girasol entran en la letra b).

A este respecto, y contrastando la redacción actual con el contenido del apartado 2 del artículo 52 del reglamento 1307/2013, en el que se establecen las ayudas asociadas del actual periodo, el cambio solamente es formal, si a partir de 2023 los sectores a los que se puede conceder la ayuda asociada se separan por letras, en el reglamento vigente hasta este mismo año 2022, se separaban por comas, incluso respetándose el mismo orden:
“La ayuda asociada podrá concederse a los siguientes sectores y producciones: cereales, oleaginosas, proteaginosas…”.

Además, en mi opinión, la expresión “cultivos proteicos”, a partir de 2023, es más amplia que la expresión “proteaginosas” que figuraba en el Reglamento vigente hasta 2022.
Para finalizar, el cómo no deja tampoco de sorprender: una carta fechada con posterioridad al envío del Plan Estratégico de España en su versión definitiva, donde el ministerio español ya había desistido de mantener el apoyo de casi 45 millones de euros a las oleaginosas dentro del plan proteico.

Medida que respondía a las necesidades previamente identificadas durante el proceso de elaboración del Plan de más de dos años de trabajo. Modificación que conlleva a utilizar escasamente el 1% adicional de apoyo a los cultivos proteicos, es decir, la mitad de lo que hasta junio de 2022 se consideraba necesario. Plan que el propio comisario ha señalado que está listo para su aprobación.

Una carta que, por otra parte, trata de justificar por qué sí se puede incluir la soja (que es una oleaginosa), como ha hecho Francia, y no el girasol, saltándose el argumento burocrático al que he hecho referencia y que concluye que representa la opinión de los servicios de la Comisión sin comprometer a la propia Comisión Europea, y que remite que la interpretación definitiva en última instancia corresponde al Tribunal de Justicia de la Unión Europea.

En definitiva, ¿se acuerdan cuando de pequeños quitábamos hojas de la flor de la margarita, o del girasol, diciendo aquello de “me quiere, no me quiere, ahora sí ahora no”? pues eso. Los servicios de la Comisión no dejan de sorprendernos y lo peor de todo, y que puede ocurrir, es que decisiones caprichosas de última hora y plasmadas en el boletín, suprimiendo ayudas, desincentiven a los agricultores a cultivar oleaginosas.

Con ello se incrementaría la dependencia exterior del grado de autoabastecimiento, además de privarnos del contraste de colores, de los paisajes de biodiversidad, de nuestros campos en la primavera e inicio del verano, con los amarillos de la colza o la flor de girasol, el verde de los cereales o el morado de las lavandas.

“Cosas veredes, Sancho, que no crederes”.

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