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viernes, abril 26, 2024
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El agricultor apura el calendario para tomar decisiones, mientras comienza un ‘otoño caliente’

El agua caída la semana pasada no sirve para orientarse en el laberinto de las siembras, donde priman la incertidumbre y el cabreo. El precio de la energía y el fertilizante obliga a adoptar fórmulas que en Castilla y León nos alejan del mapa de cultivos habitual: más barbecho, oleaginosas y proteaginosas

Ricardo Ortega

Después de meses de sequía, el verano decidía despedirse con cuatro días de lluvias generalizadas, pero muy irregulares. El agua caída no soluciona casi nada, y ni siquiera ayuda al agricultor a tomar decisiones sobre la siembra.

En el entorno de León capital cayeron 48 litros la semana pasada, mientras en otras zonas el pluviómetro no estaba tan lleno. Diez litros junto a la ciudad de Salamanca, mientras en la parte central de la provincia de Valladolid la cifra oscila entre ocho y doce litros.

En la Tierra de Campos palentina han caído 14 litros y más hacia el Este los resultados han sido más escasos. En la ciudad de Burgos, por ejemplo, apenas se han registrado 1,4 litros. Insuficiente para apagar el cabreo.

El lunes 19 se manifestaban los regantes leoneses contra los desembalses anunciados para atender los compromisos con Portugal. Cuatro días después, protestas en la ciudad de Valladolid contra los elevadísimos costes de producción.

En el bajo Carrión llevan un mes sin agua, que se cortó el 13 de agosto. El presidente de la comunidad de regantes, José Antonio Ibarlucea, destaca que al agricultor no le pilló desprevenido, de modo que había reducido al máximo los cultivos de primavera. Se apoyó mientras se pudo a las producciones de otoño, como el cereal o algún forraje, y se puede decir que se ha salvado el año.

En la comarca las siembras de colza ya han terminado (unas cien hectáreas), pero el cereal y el correspondiente abonado de fondo es un toro que va a costar torear.

En Salamanca la situación no es dramática, pero los inputs están tremendamente altos y ya no sorprenden las subidas de la energía o los fertilizantes. “También es cierto que los precios de venta están muy altos, lo que permite ir pasando por encima de los años”, apunta José Antonio Marcos, de Campal.

“La situación es la misma que cuando la cebada se pagaba a 120 euros y el fertilizante estaba a 300”, reflexiona. “El problema es el desembolso inicial, con un agricultor que se resiste a tomar decisiones y comprar”. “Muchos esperan que suceda algo que no va a suceder: que alguien les resuelva los problemas”, advierte.

De momento toca esperar a que llueva, aunque lo haga tarde. “Algunos años las siembras tardías han dado mejor resultado que las tempranas”, recuerda.

“Muchos darían al botón de ‘off’ si existiera, para no hacer nada este año”. Otros harán lo mínimo, poniendo cultivos poco exigentes y dejando el cereal solo para los mejores suelos.
Muchos sembrarán lo justo para cumplir los compromisos de la PAC, como apunta José Manuel Remesal, técnico de Cobadu. Las dudas son lógicas, “porque la gente va a hacer inversiones muy importantes sin saber cómo van a vender su producción”.

Pendientes de la PAC

Ángel Caballero, gerente de COAG en Zamora, destaca que la campaña está muy condicionada por los costes, por el carácter “conservador” del agricultor y por los cambios en la PAC. Pero la demanda de semilla se mantiene en niveles normales, por mucho que quepa esperar un aumento de los barbechos y de cultivos como las proteaginosas.

¿Qué hacer con un NPK que en ocasiones ronda los 900 euros? Muchos solo abonarán los buenos suelos, mientras en los otros quizá siembren sin fertilizar y, si viene bien el año, se inclinarán por un producto de única aplicación. Ahora bien, “el agricultor debe ser consciente de que si no hace las cosas medianamente bien no va a recoger nada”.

En la comarca de Toro hay incertidumbre, que los agricultores comparten a la hora del café. “Estamos hablando de abonos NPK desde los 730 euros incluso hasta los 930”, subraya el agricultor Obdulio Barba. “Algunos dicen que van a abonar, pero que solo van a echar 50 kilos por hectárea; pero para eso es mejor no echar nada”, subraya.

Hay muchos agricultores relativamente jóvenes que barajan incluso no sembrar este año, o hacer lo mínimo. “Pero los que no pueden dejar de trabajar son los ganaderos; son los que peor lo tienen”.

Hay que empezar a tomar decisiones. Está claro que sobre los barbechos hay que sembrar, “pero para los retelos hay que esperar a ver qué sucede”.

Semilla certificada

En León, LESA están certificando grano traído por multiplicadores de semilla. La simiente es de calidad, pero también en las fincas para multiplicación se ha registrado una producción inferior en un 20%. El ingeniero Luis de Juan destaca que el conjunto del trigo ha tenido menos producción, “pero sí ha dado la talla en cuanto al peso específico, incluso superando al del año anterior”.

Pero cuando ese grano se destina a semilla “falla en la geometría”, es decir, que es de pequeño tamaño, pero tiene todas las cualidades necesarias para ser simiente. “El agricultor de León mantiene un estado de ánimo similar al de otros años”, recalca.

En Ataquines (Valladolid), Héctor Arroyo tiene muchas vueltas que dar a la siembra, “teniendo en cuenta que el NPK está más caro que el azafrán”. Es agricultor de secano y regadío, además de tener una granja de pollos, y le va a salvar el haber instalado paneles fotovoltaicos, que le han supuesto un ahorro del 80%.

En la cooperativa Arión, Luisma Palencia se hace cruces por los costes de producción, pero destaca que lo más perturbador es no conocer aún el diseño de los ecoesquemas de la PAC. “No sabemos qué se podrá sembrar, ni dónde, y falta un mes para sembrar”, lamenta.

Hace falta planificar, pero también hacer muchos números. Y leer el etiquetado del fertilizante “porque ha habido gente que ha comprado el saco de abono más barato, pero el precio por unidad de fertilizante era un 33% más caro”, advierte. Y es que “el agricultor no tiene que obsesionarse con tener producciones espectaculares: debe tener producciones rentables”.

Miguel Álvarez, de Ventosa de la Cuesta, destaca que el abono se compró a buen precio el año pasado, pero ahora cuesta el doble. Toca esperar a que suceda algo. Por lo menos, a que llueva. Y con ganas de dejar la remolacha en ‘stand by’ un año más. Tiene la ventaja de que se conoce el precio de venta y es fácil saber, con el precio de la energía disparada, si resultará rentable. “Casi es mejor jugársela con la patata, que te compensa si viene un buen año”.

José Ángel Cortijo, de Fertiberia, recuerda que el agricultor debe tener presente una realidad: para obtener la mayor rentabilidad debe manejar de la mejor manera posible los factores que tiene en su mano. Uno de ellos es escoger la mejor variedad de trigo o cebada, que es la más adecuada para su suelo y para el clima de su comarca, pero esa decisión se debe acompañar de una fertilización adecuada.

“Sin abono el agricultor no va a tener resultados y, de hecho, quien haya decidido no fertilizar es mejor que no busque una buena semilla; mejor que eche una del montón porque no va aprovechar su potencial”.

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