Todos los escenarios alcistas han llegado a su cima y no parece previsible que se den escaladas de precios como las que hemos conocido en los últimos tiempos. Desde la sequía en Sudamérica y la propia península ibérica hasta la agresión a Ucrania, pasando por unos stocks mundiales más ajustados, todos esos factores habían tenido su reflejo en el alza de los precios.
Ahora no parece que haya en el horizonte amenazas tan graves como para volver a generar nuevas escaladas.
Incluso a mediados de la semana pasada el mercado experimentaba correcciones por un diálogo entre Rusia y Ucrania que parecía dar sus frutos.
Otras novedades que afectan a los mercados son la bajaba el petróleo, con caídas cercanas al 20%, y el fortalecimiento del dólar, además del cierre de amplias zonas de China por Covid. También una buena cosecha de cereal en Australia.
Se abre un escenario lleno de incógnitas, como el futuro de las relaciones con Rusia, de donde tradicionalmente llegaban numerosas materias primas, entre ellas fósforo y potasa.
De ahí que resulte difícil prever una reducción del precio de los fertilizantes. Del mismo modo, es posible que el trigo ruso deba buscar nuevos destinos, como China, India, Irán… Son las piezas de un mosaico inmenso, cada una de las cuales tiene su papel en la evolución de los mercados y en el precio que pagamos por los productos.
Más cerca de casa, las últimas lluvias nos dan la garantía de una cosecha media, como mínimo, que podría llegar a ser buena.
La superficie de cultivo se va a ampliar gracias que la UE permite sembrar en superficies destinadas a barbecho. Es la demostración de que desde las instituciones europeas se deberían eliminar las trabas a los productores, puesto que afectan a la soberanía alimentaria de España y Europa.
Quizá estemos ante otro daño colateral de esta guerra: el darnos cuenta de nuestra propia fragilidad y de lo evanescentes que pueden llegar a ser las convicciones que teníamos hasta hace bien poco.
