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jueves, abril 25, 2024
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La importancia de atinar en la siembra de maíz

El maíz se desarrolla en un periodo más breve que otros cultivos, por lo que cualquier práctica inadecuada influirá en el rendimiento final. Debemos tener en cuenta algunas recomendaciones para sacar adelante el cultivo en las mejores condiciones

La primera decisión que debe adoptar el agricultor de maíz es elegir bien la variedad que se adapte a su suelo, pero debe especialmente atender al ciclo. Si se retrasa la siembra, el ciclo deberá ser más corto para que la planta tenga las horas suficientes de sol.

Igualmente, Itacyl recomienda inclinarse por los ciclos más cortos en caso de que vayamos a disponer de menos agua para el riego.

Para zonas húmedas, donde el secado del grano es más lento, se recomiendan variedades con forma de grano alargado y fino, que facilita la pérdida de humedad.

Preparar el lecho de siembra

El suelo debe estar bien preparado para que las raíces se puedan desarrollar de forma adecuada, de modo que aprovechen el agua y el abono. De esta manera la variedad escogida podrá desarrollar todo su potencial.

Se debe recordar que las raíces del maíz se desarrollan en un mes, a diferencia de los cereales de invierno. Por eso es fundamental la labor de suelo, que de no hacerse bien se traducirá en unos rendimientos menores.

Una nascencia homogénea

Una mala preparación del suelo puede generar una nascencia heterogénea, con unas plantas nacidas antes que otras y un campo de maíces de diferentes alturas. En este caso estaremos en un escenario desfavorable, con zonas de sombra, lo que afectará a los procesos de fotosíntesis.

Por esa misma razón, la velocidad de siembra debe ser de entre cuatro y cinco kilómetros por hora. A más velocidad es imposible que todas las semillas queden colocadas a la misma profundidad y distancia entre ellas.

Atención a la densidad de siembra

Las variedades actuales permiten densidades de siembra superiores a las 80.000 o 90.000 plantas por hectárea, aunque las variedades de porte bajo permiten una densidad de siembra mayor.

En siembra directa es recomendable recurrir a variedades con mayor capacidad para nascencia en bajas temperaturas, puesto que estos suelos suelen tener menos capacidad para acumular calor. Además, en siembra directa debemos vigilar que no se genere ‘suela’ de labor o que el suelo pueda impedir el correcto desarrollo de la raíz.

Analizar nuestro suelo

Es conveniente realizar un análisis de suelo en el que se incluya la textura. Conocer las características del suelo nos permitirá conocer sus carencias y realizar un abonado correcto, especialmente en relación con los microelementos.

Tener información sobre la textura permitirá ajustar la profundidad de siembra. En suelos arcillosos no debemos sobrepasar los dos centímetros de profundidad. En arenosos, de cinco a seis centímetros. Si el suelo está húmedo, la profundidad de siembra debe ser algo menor.

En suelos arcillosos, si llueve después de sembrar y después hace calor sin que la planta haya llegado a dos hojas, se crea una costra que impide el correcto crecimiento. Esa costra habría que romperla. Si ya tuviera dos hojas, la planta crecería sin problemas.

¿Cuánto abonar?

Para realizar el abonado correctamente hay que conocer las necesidades según la producción esperada. En Castilla y León, para una producción media de 10 toneladas por hectárea las cantidades recomendadas serían 140 unidades de nitrógeno, 60 unidades de fósforo, 40 unidades de potasio.

Si la producción media esperada es de 15 toneladas, las cantidades recomendadas serían 210 unidades de nitrógeno, 90 unidades de fósforo, 60 unidades de potasio. Si se pone maíz sobre maíz, y se incorporan al suelo el tallo y las hojas picadas, hay que tener en cuenta que ya se está aportando una buena cantidad de nitrógeno y potasio.

Debido a la poca movilidad del fósforo, hay que procurar incorporarlo lo más cercano a la semilla para evitar problemas de absorción.

En cuanto al nitrógeno, debemos tener en cuenta que la planta utiliza la mayor parte de este elemento en el periodo que va desde 15 días antes de la floración hasta 21 días después.

La cobertera

A más calor, mayor demanda de agua y nitrógeno. Al aplicar el abonado de cobertera, tendremos cuidado de no quemar las hojas: mejor aportar el fertilizante en la parte baja de la planta. Si ha tocado las hojas, deberemos regar inmediatamente.

Es importante conocer el pH y las necesidades de microelementos como zinc, manganeso y magnesio. Cuidado con los excesos de fósforo, que pueden provocar carencias de zinc.

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