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sábado, abril 20, 2024
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Prevención, la mejor arma frente a las enfermedades de madera

David Ruano

Las enfermedades de madera son unas viejas conocidas del viñedo, pudiendo encontrar referencias a ellas en manuales de viticultura de finales del siglo XIX. Sin embargo, la preocupación por los problemas que estas causan es algo más reciente. Dicha preocupación surge como consecuencia del aumento de su presencia, no solo en España, sino a nivel mundial.

Entre las causas identificadas encontramos:

  1. El incremento de plantaciones en los años 80-90, que dio como consecuencia una gran producción de plantas en vivero, sin control de su estado fitosanitario.
  2. Cambios en los métodos de producción en los que la intensificación del cultivo y su mecanización han tenido una gran influencia.
  3. La ausencia de productos fitosanitarios efectivos y autorizados para su control desde que se prohibiese el uso del arsenito sódico. En la actualidad, sin datos oficiales, se estima que la incidencia de estas enfermedades en España podría estar entre el 3-20%, lo que implica pérdidas millonarias asociados a replantes, labores, pérdidas de producción, etc.

¿Qué hace que estas patologías sean tan complejas y difíciles de combatir?

Estas patologías fúngicas afectan a tronco, brazos, pulgares, sarmientos y raíces, donde causan lesiones internas que se asocian a unos síntomas externos caracterizados por ser muy inespecíficos.

Puede observarse ausencia o retraso de brotación, disminución del desarrollo, menor vigor, acortamiento de entrenudos, clorosis, marchitez, decaimiento generalizado, secado de parte de la planta o incluso, en un tiempo indeterminado, la muerte.

Estos síntomas podrían asociarse a múltiples causas, pudiendo generar confusión con otros problemas bióticos (otras enfermedades, plagas, etc) y abióticos (por ejemplo, deficiencias).

A esto se une la presencia de una gran cantidad de patógenos que pueden estar implicados en estas enfermedades, afectando a viñedos jóvenes, como la enfermedad de Petri o el pie negro, a viñedos adultos como la eutipiosis y la yesca o a ambos como los decaimientos por Botryosphaeria(brazo muerto) y Diaporthe (excoriosis).

Para rizar el rizo, estos patógenos no son exclusivos de la viña, pudiendo estar presentes en otros cultivos cercanos a nuestro viñedo, como el olivar, el almendro y otras especies leñosas.

Otro aspecto fundamental que nos van a añadir complejidad al problema es que con frecuencia se pueden dar infecciones conjuntas de diferentes patógenos (concomitancia) implicados en una misma enfermedad o varias.

Esto influye a la hora de conseguir tratamientos efectivos ya que, si se desarrolla una sustancia efectiva, ésta tendría que mostrar efectividad frente a un gran número de patógenos.

A esto añadimos la latencia de estos patógenos, los cuales pueden estar presentes en la planta durante años sin mostrar ningún síntoma. Solo cuando las condiciones son las adecuadas (por lo general cuando la planta es sometida a algún tipo de estrés), estos se mostrarán como patogénicos, desarrollándose los síntomas de los que se ha hablado antes.

Por último, la presencia de material de vivero que puede infectarse durante el proceso de producción de plantas agrava el problema ya que ayuda a su dispersión.

Prevención, prevención y prevención

Llegados a este punto, ya podemos hacernos a la idea de la complejidad del problema. Siempre se habla de prevenir mejor que curar, pero en este caso, al no existir tratamientos curativos, la prevención adquiere otro significado, convirtiéndola en nuestra mejor y única alternativa. Dicha prevención debe comenzar desde el momento inicial en el que realizamos la plantación, continuando durante toda la vida del viñedo.

Cuando vayamos a realizar una plantación debemos evitar los estreses (bióticos y abióticos). Por ello, será importante no someter a las plantas a suelos anegados o compactados, así como controlar el riego para que no sea excesivo o escaso. Usar plantas bien desarrolladas, de grosor adecuado, con el callo basal bien cicatrizado y un sistema radicular uniforme.

Debemos favorecer el desarrollo en profundidad, así como evitar que se produzcan heridas. Entre los errores más recurrentes encontramos el forzado del desarrollo de la planta y su entrada en producción con altas cargas cuando la planta es aún demasiado joven.

En plantaciones establecidas, debemos prestar especial atención a las heridas de poda. La importancia de la poda es tal que ya lo decía Gabriel Alonso de Herrera (1513), autor del primer tratado de agricultura en español: «Todo podador antes que se parta de la vid la deje muy limpia de toda suciedad, que mas valen y mas desfrutan diez cepas bien podadas y bien ataviadas, que veinte corridas y ahurragadas». Los cortes efectuados deben tener el menor tamaño posible.

Las heridas pueden ser el punto de entrada de patógenos hasta 4 meses después de producirse, por lo que debemos protegerlas con un mástic (con o sin fungicida) o alguno de los productos biológicos de los que disponemos actualmente. Debemos evitar que los conos de desecación que se producen durante la cicatrización de las heridas de poda afecten a la continuidad de flujo de la savia.

También es importante dejar madera de protección, procurando que el corte esté lo más lejos posible de la última yema respetada y con un biselado ligeramente inclinado al lado opuesto de la misma sobre la madera de 1 año.

La poda, debe realizarse con tiempo seco, ya que muchos de los patógenos implicados ven favorecida su dispersión por la lluvia. En zonas productoras como La Rioja, Cataluña, Galicia y sur de Navarra se ha visto que, realizar una poda temprana reduce el riesgo de infecciones naturales al encontrarse menor cantidad de inóculo en el ambiente.

Pero la poda no debe pensarse solo para la formación de nuestra vid, sino que debemos pensar también en una poda sanitaria que elimine las partes secas donde podrían formarse estructuras reproductivas de estos patógenos. Cuando renovamos parte de la planta es recomendable cortar hasta no observar ninguna lesión interna y continuar al menos 10 centímetros más para evitar zonas que pudieran estar infectadas sin presencia de lesiones.

Tras la poda, debemos eliminar el material vegetal, evitando dejarlo abandonado ya que, de estar infectado, podría ser fuente de inóculo para futuras infecciones. El compostaje puede ser de gran interés pues nos permite gestionar dichos restos, eliminar los posibles patógenos que pudieran existir en ellos y usarlo en nuestro cultivo, «cerrando el círculo».

En la actualidad cada vez se apuesta más por abordar estas enfermedades desde el punto de vista del control biológico, identificando microorganismos con capacidad de biocontrol, destacando aquellos que apuestan por especies fúngicas del género Trichoderma o sustancias producidas por estos.

Otras líneas de investigación, como la desarrollada en el ITACyL, dentro del proyecto VISOSTEC, cofinanciado con fondos FEADER y en colaboración con Bodega y Viñedos Martín Berdugo S.L., 3 Ases Bodegas y Viñedos S.L., Bodega Cuatro Rayas S. Coop. Agroalimentaria y Compañía Vinícola Solterra, centra sus esfuerzos en la búsqueda de sustancias alternativas procedentes de la revalorización de subproductos y desechos de la industria agroalimentaria.

En conclusión, tiene que quedarnos claro que mantener a raya a estos patógenos no es una tarea fácil, sino que su control pasa por la prevención y el uso de todas las medidas a nuestro alcance. Estas por sí solas pueden no tener relevancia, pero juntas mejoran la calidad de vida de nuestro viñedo, ayudándonos a convivir con este problema.

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Bibliografía

del Pilar Martínez-Diz et al. 2020. Fungal Ecology, 48, 100994.

Fontaine et al. 2016. OIV publications. ISBN: 979-10-91799-60-7.

Gramaje et al. 2018. Plant Disease, 102(1), 12-39.

Gramaje et al. 2021. Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. ISBN: 003200229.

Maldonado-González et al. 2018. Cuaderno de Campo, ISSN: 1137-2095, Nº 61: 28-35.


David Ruano. Laboratorio de Protección de Cultivos. Unidad de Cultivos Leñosos y Hortícolas. Área de Investigación Agrícola. Itacyl.

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