La superficie de regadío ha crecido en la última década casi 80.000 hectáreas en Castilla y León, llegando a las 472.000, según el Ministerio de Agricultura. A nadie se le escapa que el futuro del sector, y me refiero a todos los eslabones de la cadena, pasa por el regadío.
Un dato. Mientras la media de edad del sector es superior a los 60 años, en zonas de regadío se sitúa entre los 40 y los 45. No hay duda, el agua es vida, presente y futuro de nuestros pueblos y sus moradores.
Es, por tanto, más que necesario seguir aumentando las hectáreas de regadío. No olvidemos que hoy en día la superficie agraria dedicada a estos cultivos está en torno al 15%, ocho puntos menos que la media nacional. Hay recorrido y posibilidades.
Y poca agua, poco tiempo, mucho dinero y pocas ganas. ¿Quién da más? Pues esto es lo que tenemos. La escasez del agua y su falta de almacenamiento, la edad avanzada de nuestros agricultores y ganaderos, los gastos inasumibles de la energía y otros de insumos y maquinaria, quitan las ganas a muchos y dejan en manos de muy pocos el futuro de nuestro campo.
Futuro que hay, y que tiene que pasar por recuperar las ganas y la ilusión, desde el respeto mutuo, entre productores, proveedores, industrias, distribución, instituciones, etc. Son momentos difíciles sin duda, pero aquí nadie puede tirar la toalla.
Todos contamos y todos somos conscientes de la importancia de la cadena alimentaria y del papel de cada uno. El agua tiene que ser la solución, no el problema.
Hay deberes y trabajo para todos, pero el problema de la energía, se tiene que solucionar desde las administraciones competentes, con medidas reales, efectivas e inmediatas.
Ser más sostenibles y eficientes es nuestra obligación. Tenemos que tomar medidas para procurar más ahorro y mejor cuidado del agua, pues no hay nadie más interesado que los agricultores en esta empresa. Eso sí, para que el agua esté siempre al servicio de las personas. Si no, ¿qué sentido tiene?
