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viernes, abril 19, 2024
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Una vendimia “desigual y sorprendente” obliga al enólogo a desplegar todos sus conocimientos

Todos nos acordaremos de la vendimia pasada de 2020 porque pasará a la historia como una vendimia en pandemia. Sin embargo, no sabría decir cómo lo hará la presente vendimia de 2021.

Tomás Jurío
Tomás Jurío

Cierto es que no hay dos vendimias iguales y aunque pueda haber nexos en común entre los diferentes años, esta vendimia de 2021 posiblemente sea recordada como una vendimia desigual, sorprendente y de calidades muy variopintas.

Es una vendimia donde se podría aplicar el refrán español de “cada uno cuenta la feria según le va”; es decir, este año cada uno contará la vendimia según donde esté localizado su viñedo, cómo se ha cultivado y cuidado, qué producción ha obtenido, que fecha de vendimia ha elegido, la variedad que tenga, etc.

Recordemos que, en nuestras latitudes, la cepa empieza su actividad vegetativa en abril, dicho de otro modo, empieza a brotar. Resurge la vida y los viñedos comienzan a verdear. Desde este mes de abril hasta la vendimia que tiene lugar en septiembre-octubre, pueden pasar muchas cosas que escapan a la mano del hombre.

Estas “cosas” son precisamente las inclemencias del tiempo que pueden causar daños directos, como granizo, viento fuerte y heladas, o bien indirectos como inundaciones, calor extremo, sequía, etc. Todos estos elementos climáticos van a condicionar, sin duda, todo el ciclo vegetativo de la vid.

A esto hay que sumar el agua que ha llovido durante el invierno anterior, porque de ello va a depender que la cepa tenga una brotación buena, regular o mala en conjunción con la temperatura durante el desborre (brotación) y las reservas que la planta haya almacenado durante el agostamiento del año anterior. Por aclarar un poco, las reservas no son otra cosa que un glúcido en forma de almidón que está acumulado en las raíces y partes vivaces de la cepa, y que le dota a la planta de energía para poder brotar. Pues bien, con todos estos parámetros que condicionarán también el desarrollo de plagas y enfermedades, tenemos que luchar para que finalmente obtengamos una uva de calidad, algo francamente nada fácil, ante lo cual ingenieros y viticultores tenemos que contrarrestar todas estas adversidades para paliar sus efectos.

Con esta breve introducción general veamos qué ha pasado en esta campaña 2020-2021. La cantidad de lluvia caída en todo el ciclo podemos considerarla en líneas generales normal, hemos sobrepasado los 400 litros.

Sin embargo, tan importante es la cantidad como la estacionalidad de estas lluvias. El porcentaje, extraído de estaciones propias, es el siguiente: 40 % en invierno, 30 % en primavera, 0% en verano y 30% en septiembre y lo que llevamos de octubre, no es el mejor reparto. Por otro lado, el índice de Winkler o integral térmica de este año hasta el 12 de octubre es de 1.329 grados*día que es un 8 % inferior al del año pasado, y las horas de sol han supuesto un 3% superior a 2020.

La respuesta de la planta a todos estos parámetros fue de la siguiente manera, la brotación fue normal, aunque en algunas zonas debido a lluvias y temperaturas frescas se ralentizó y los ácaros pudieron aparecer. Como en invierno llovió bien y en primavera también, los hongos empezaban a prepararse, sobre todo el endémico oídio.

Este hongo es muy temido porque una vez que entra, el daño que provoca es irreversible provocando a posteriori uvas de mala calidad y es un posible precursor de otros hongos como la botrytis o podredumbre gris, al agrietarse en su crecimiento las bayas afectadas. Junio, mes de la floración, no fue muy alagüeño porque hubo fuertes vientos y llovió, lo que provocó que la floración no fuera la ideal provocando menos bayas por racimo y por tanto menos cosecha. También los fuertes vientos de verano rompieron pámpanos lo que provocará también una disminución de la producción.

El verano fue seco y otro hongo, el mildiu, que requiere agua, no hizo acto de presencia, sin embargo, el oídio que no la requiere y le gusta el calorcito campaba a sus anchas, salvo que el viticultor estuviera encima para combatirlo. La sequía del verano, hizo que viñas en terrenos muy secos y sin regadío sufrieran de tal modo que han llegado a la vendimia sin hojas o con un estrés hídrico sin vuelta atrás y por tanto sin madurar sus uvas, no olvidemos que las hojas son la fábrica donde se produce todo lo que la planta necesita. Y llegan los días previos a la vendimia y empieza a llover sin control. Estas lluvias de septiembre con moderación son buenas, pero como todo en la vida el exceso es malo.

Hay un refrán español que lo define muy bien “agua por San Mateo (21 de septiembre), puercas vendimias y gordos borregos”. Las viñas que estaban prácticamente sin hojas ya no podían absorber el agua y por tanto la uva se queda igual, las viñas con hojas y muchos racimos, máxime si están sombreados y no te cuento si tienen oídio es un foco de botrytis, una bomba de relojería. Por otro lado, en algunas zonas de Castilla y León cayó granizo en varias ocasiones dejando los viñedos como un erial, desgraciadamente estos viñedos no cogerán cosecha y la poda de invierno para el año siguiente se les complicará.

Por fechas de floración todo parecía indicar que la vendimia sería temprana, sin embargo, la sequía del verano hizo que la fisiología de la planta se ralentizara en el mejor de los casos, o bien se estresara de tal modo que ya poco iba a hacer. Después la abundante lluvia caída en septiembre ralentizó algo más la vendimia y había que dar tiempo a que la planta recuperase en alguna medida los azúcares perdidos. Todo ello ha llevado a que la fecha de la recolección pueda considerarse dentro de lo normal.

También cabe señalar que según zonas y en ciertos viñedos las bayas se deshidratarán por la extrema sequía sufrida en el verano, que acompañado de que la integral térmica es inferior, el enólogo deberá elegir entre maduración o disminución de cosecha, partiendo siempre de la base de que la baya deshidratada no es la mejor.

Por todo ello como comentaba al principio, 2021 será un año de calidades y producciones variopintas. El viticultor que haya hecho las cosas bien acompañado también de algo de suerte tendrá buenas uvas, y por supuesto y como siempre la elección de la fecha de vendimia marcará la diferencia.

En general creo que será un año de cosecha reducida, con intensidad de color media y una graduación alcohólica algo más alta.

Un año donde la enología debe desplegar todo su conocimiento y todas sus artes.


Tomás Jurío es ingeniero agrónomo y enólogo
director de Finca Museum

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