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sábado, abril 20, 2024
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Podemos hacer mucho más en fertilización

Las diferentes campañas de abonado han tocado a su fin en Castilla y León. Más allá de esta realidad, ¿hay algo más que el agricultor pueda hacer en materia de fertilización? Puede que sí.

José Ángel Cortijo. Fertiberia
José Ángel Cortijo. Fertiberia

Nuestro potencial productivo

El profesional tiene múltiples herramientas para comprobar si el cultivo de regadío, al que aún quedan meses de desarrollo, tiene alguna carencia de nutrientes que se deba compensar. Una de las fórmulas más conocidas es el análisis vegetal.

Está claro que un año que va bien para unos cultivos va mal para otros, y este año está siendo negativo para el secano pero positivo para los regadíos, que presentan un elevado potencial productivo. Por eso el agricultor de regadío se puede preguntar si ha realizado un abonado dirigido a obtener el máximo de producción.

Ese análisis foliar al que nos referimos puede ser la mejor manera de evaluar el estado nutricional del cultivo, que nos puede desvelar no solo una carencia nutricional o algo igual de preocupante: un desequilibrio en los nutrientes existentes en el suelo. Porque es de todos sabido que el sobreabonado de un elemento determinado puede llevar a una carencia inducida de otro. Es decir, puede bloquear a ese otro elemento.

Aún hay tiempo

Hagamos ese análisis foliar, por tanto, en caso de que sospechemos de carencias o desequilibrios, y no olvidemos que el resultado de ese análisis debe ser interpretado por un técnico cualificado. A ser posible, que forme parte de una compañía o entidad con una base de datos de suelos que permita contemplar el análisis en su contexto: calibrar si los datos arrojados se encuentran dentro de unos parámetros determinados. Un ejemplo está en Siddra, un sistema de interpretación de resultados basado en una completa base de datos de suelos de toda España.

Todavía estamos dentro de plazo para solicitar ese análisis foliar, realizarlo y tomar medidas ante eventuales carencias o desequilibrios. Se pueden corregir de forma sencilla mediante los denominados correctores, abonos foliares o fertilizantes convencionales de rápida asimilación.

No hagamos “lo de siempre”

Hay una afirmación que se repite mucho en el campo, y es que a la hora de abonar el agricultor ha hecho “lo de siempre”. Ese planteamiento puede significar un error de concepto, ya que si hacemos ‘lo de siempre’ resultará que no hemos adaptado nuestra explotación a las condiciones que nos ha traído la meteorología.

No es posible hacer lo de siempre si este año hemos sembrado 25 días antes que el año pasado y nuestro cultivo ha nacido 20 días antes. Y si hemos hecho las coberteras en maíz, por ejemplo, en las fechas en las que el año pasado el cultivo estaba naciendo. Es evidente que nuestro potencial productivo es mucho mayor y que, por tanto, se pueden manifestar esas carencias.

La calidad como objetivo

Otro aspecto que no podemos perder de vista es que un abonado adecuado se enfoca a una mayor producción, pero también a obtener una mayor calidad de nuestras producciones. Y no es una cuestión baladí porque cada vez es más habitual que al agricultor se le pague por la calidad obtenida y no solo por los kilos entregados. La maquinaria actual ya no solo permite medir el peso específico, sino también aspectos como las proteínas, y cada día son más las empresas que separan lo adquirido en diferentes lotes en función del destino.

Qué hacer con el secano

Las primeras cosechas están siendo malas, ya que han sido las que han tenido un secado muy rápido. Habrá que esperar a que se generalice la campaña para tener una visión de conjunto. Con todo, y al margen de cuál sea el resultado de cada explotación, el agricultor profesional no dedica un minuto a lamerse las heridas, sino que ya está pensando en la rotación, en qué cultivo pondrá en la parcela que acaba de cosechar. Y es que el campo es uno de los sectores económicos con mayor capacidad para tirar hacia delante pase lo que pase; forma parte de su ADN y de su idiosincrasia.

En esa línea, no debemos caer en el error de que una mala cosecha nos lleve a realizar un abonado deficiente para el cultivo siguiente. Debemos aprovechar tanto nuestra experiencia como la revolución tecnológica en la que nos encontramos para disponer de la máxima información: hay que ser capaces de analizar la realidad con la cabeza fría y realizar el abonado más adecuado.

La mejor manera de comenzar bien el próximo cultivo sería analizar, recién terminada la cosecha, nuestro suelo. También podemos basarnos en el mapa de cosecha que nos ofrece nuestra cosechadora. Ahí podemos empezar a planificar de forma racional; podemos acumular argumentos para no dar por bueno el primer abono que nos ofrecen y por tanto no hacer “lo de siempre”.

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