Editorial del número 49 de CAMPO
Publicado el 10 de septiembre de 2017
Resulta difícil lanzar mensajes de optimismo cuando la naturaleza arruina buena parte del trabajo del año, y cuando algunos embalses de la comunidad acaban la temporada por debajo del 10% de su capacidad. De todos es sabido que la agricultura se mueve por la economía, como cualquier sector, pero también por sensaciones. Y estas no son buenas para casi nadie.
A un medio de comunicación como CAMPO le corresponde reflejar el testimonio de lo que se ve y se escucha en la calle, en la parcela, en el almacén. Y una mirada al panorama actual, como se puede ver en las páginas de esta publicación, revela que lo que existe es un sector en marcha, con ánimo de trabajar y con capacidad para abrir nuevas vías. Para reinventarse si es preciso.
Hay camino por recorrer en un cultivo como el de cereal, el rey de la agricultura por número de hectáreas. Por ejemplo en materia de rotaciones, donde la legumbre y sobre todo la colza tienen mucho que decir.
Lo que está claro es que el cereal no es el hermano pobre de la agricultura regional: su papel es esencial para miles de explotaciones agrícolas y el reto nunca puede ser sustituirlo, sino hacerlo más rentable. El campo de juego parece cada vez más endiablado, y a la escasez de agua hay que sumarle un precio creciente de los insumos al mismo tiempo que baja el precio del grano. La respuesta solo puede pasar por ser más profesional y tomar las mejores decisiones.
De ello se hablará, y mucho, en la Bolsa Internacional de Cereales del Duero, que celebra su segunda edición el 20 de septiembre en Arroyo de la Encomienda (Valladolid). Este encuentro, que reúne a brokers, comercializadores y transformadores de España y Europa, tiene la virtud de reconocer a Castilla y León como el referente del cereal que ha sido siempre.