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jueves, abril 18, 2024
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Abonar la viña con materia orgánica tras la vendimia mejora producción y calidad

Algunos expertos recomiendan hacer dos aplicaciones: la primera entre octubre y noviembre y la segunda en febrero o marzo. Una vez acabada la cosecha es la hora de recuperar la estructura del suelo lo antes posible y devolverle la energía a la planta

Todos los cultivos necesitan aportes de materia orgánica para mejorar la estructura y composición de los suelos, lo que incrementa la producción de los cultivos. “La riqueza y procedencia de esta materia orgánica los hacen ideales para cultivos de huerta, frutales y viña”, destaca David Grande, técnico agrícola de Abotrans.

En esta empresa segoviana han comprobado que el aporte de materia orgánica en la viña puede hacerse tanto tras la vendimia como antes de primavera. Hay viticultores que incluso hacen un doble aporte.

“Lo ideal sería hacer dos aplicaciones. La primera en octubre o noviembre para dar tiempo a la descomposición de la materia orgánica. Y una segunda aplicación en los meses de febrero y marzo, previa a la brotación para que la planta disponga de los nutrientes”, recomienda Grande.

El responsable agronómico de Fertiberia para el noroeste de España, José Ángel Cortijo, señala que conviene desterrar ideas preconcebidas en relación con el viñedo, como que el abonado está reñido con la calidad de la uva. “Muchas personas siguen identificando la fertilización con una mayor producción, y asociando esta a menores cualidades de la uva, lo que no se corresponde con la realidad”, advierte.

Más bien, Cortijo apuesta por un abonado basado en el conocimiento del suelo y en tener en cuenta los nutrientes que necesita de la planta, la dosis, el momento de aplicación…, ya que “no podemos perder de vista que gracias a esa aportación de elementos estaremos influyendo positivamente en el color de la uva, en el grosor de su piel… en definitiva, en la calidad del fruto y, a la postre, del vino”.

Una vez finalizada la vendimia es el momento ideal para pensar en cómo recuperar la estructura al suelo cuanto antes y devolver a la viña la energía necesaria tras el desgaste que ha tenido para generar los frutos. El aporte de materia orgánica en estos momentos hace que se estabilice el suelo y se incorpore poco a poco. Los ecosistemas bióticos se asienten, que se retenga el agua del invierno y se mitiguen las temperaturas.

Cuando se recoge el fruto las plantas leñosas entran en un proceso de crecimiento radicular. “Es conveniente abonar entonces para que los nutrientes queden en reserva en la planta durante el parón vegetativo de la época fría y para liberarlos la siguiente temporada. La vid despertará en un entorno más favorable y el suelo retendrá los nutrientes que apliquemos en primavera y la aplicación será más efectivos”, defienden desde Abotrans.

Toda esta preparación postcosecha se traducirá en una mejora de la producción, ya que habrá dado tiempo a la descomposición progresiva de los ácidos húmicos y fúlvicos. Durante la brotación la planta lo tendrá disponible. La aplicación de materia orgánica, preferiblemente de procedencia animal ya que es más rica en microorganismos, debe ser localizada, a unos 20 centímetros del tallo y a una profundidad de entre 5 y 10 centímetros.

Estiércol

Aconseja Grande suministrar a la viña el compostaje o estiércol de forma localizada en contra de hacerlo a discreción en las calles, debido a que favorece la proliferación de plantas. La dosis recomendada está entre 1.000 y 1.500 kilos por hectárea. “Debe agregarse en postvendimia el 70% y previo a la brotación el 30% restante”, dice. Desde un punto de vista técnico, lo ideal es aplicar una enmienda orgánica compostada, cuya materia prima principal sea estiércol animal.

El responsable de Fertiberia considera muy positivo que se haya desterrado una vieja práctica, como la de plantar el viñedo en los suelos más pobres, arenosos o francoarenosos, sin apenas materia orgánica. En todo caso, en esas parcelas resulta muy conveniente “dar estructura” a esos suelos mediante el abonado orgánico, lo que incrementará el porcentaje de materia orgánica y, por tanto, la vida microbiana, “factores todos ellos que tendrán efectos beneficiosos a largo plazo para un cultivo permanente como es el viñedo”.

Señala Cortijo que esta fertilización orgánica no está “en absoluto” reñida con la inorgánica, en la que el viticultor puede escoger el producto con una composición y un equilibrio adecuados a su suelo y a su viñedo. Frente a ello, en la fertilización orgánica “hay que tener en cuenta que no todos los estiércoles son iguales, de modo que una posibilidad es analizarlos para conocer los nutrientes que estamos incorporando”.

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